Una noche Javi, el tercer hermano, se levantó para ir al servicio. La casa estaba a oscuras. Llegó casi a tientas hasta el baño y orinó medio adormilado. En ese momento sintió sed y se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua. Encendió la luz y, entre los párpados cerrados por el sueño y la súbita claridad de la lámpara, descubrió la mesa con el desayuno puesto y, como si de un sueño se tratase, un apetitoso pastel junto a la taza. No daba crédito a sus ojos. En casa no se desayunaban pasteles. Sólo leche, con sopas de pan y cola-cao. A lo sumo galletas, si había. ¿Qué hacía un pastel sobre la mesa?
Intrigado volvió a su cama. Mañana mamá tendría que explicar por qué había un pastel cada noche y ellos nunca lo vieron.
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