(9766) Bradbury es un asteroide descubierto en 1992. Para entonces ya hacía 40 años que el conocido escritor había publicado sus famosas y "Crónicas Marcianas" y 50 que había comenzado a publicar en revistas de ciencia ficción y fantasía. Hoy estará reciente aún el cincelado epitafio sobre su tumba, único que él quiso que se pusiera. "Autor de Farenheit 451". Hace un año, con motivo del día del libro publiqué un breve artículo en la biblioteca del cole sobre esta obra. Se trata de una obra distópica (Distopía es antónimo de Utopía) sobre un mundo futuro donde triunfan "las pantallas planas" (en su obra se anticipa este avance tectnológico) y el libro es perseguido y destruído llegando a se un delito su posesión. Bradbury sentía amor y respeto por los libros, por las bibliotecas. Como joven sin recursos no pudo ir a la universidad (él mismo nos deja testimonio de su formación bibliotecaria: "Las bibliotecas me criaron. Yo no creo en los colegios ni en las universidades. Yo creo en las bibliotecas porque la mayoría de los estudiantes no tienen dinero. Cuando me gradué de la escuela secundaria fue durante la Depresión y no teníamos dinero. Yo no podía ir a la universidad, así que fui a la biblioteca tres días a la semana durante diez años". "Soy un adicto a las bibliotecas. Me descubrí a mí mismo en la biblioteca. Fui a encontrarme conmigo mismo en la biblioteca. Antes de enamorarme de las bibliotecas, yo era sólo un niño de seis años. La biblioteca alimentó todas mis curiosidades, desde los dinosaurios hasta el antiguo Egipto. Cuando me gradué en la escuela secundaria en 1938, empecé a ir a la biblioteca tres noches a la semana. Lo hice todas las semanas durante casi diez años, y finalmente, en 1947, alrededor de la época en que me casé, me di cuenta que mi formación ya se había completado. Así que me gradué en 'biblioteca' cuando tenía veintisiete años. Descubrí que la biblioteca es la verdadera escuela".)
Para los que en nuestra juventud devoramos tantas obras de ciencia ficción, este autor tenía un aura especial: por se un clásico que gustaba a todos, por el clima poético y romántico de sus cuentos y novelas, por su propósito moralizante. Bradbury y Asimov, pero también muchos otros como Stanislaw Len, Brian W. Aldiss, Robert Silverberg, Alodus Huxley, Arthur C. Clark, Edgard Rice Burroughs... son los nombres que me vienen a la cabeza de y que encabezan las colecciones de nuestra literatura de ciencia ficción de aquella época. Mis amigos y yo pasamos muchas horas devorando sus libros, inmersos en historias que nos fascinaban. Tras empaparnos con aquellos cuentos sentí la necesidad de escribir yo mismo un puñado de relatos fantásticos (imitaciones, supongo, de aquellos que me impresionaban). Hoy al releerlos, y aparte de su ingenuidad argumental, su estructura casi colegial y sus temas manidos; siento una excitación inexplicable: vuelvo a trasladarme a los mundos de fantasía que recreé en aquellos años y aún encuentro algo original y diferente que me estimula a seguir leyendo.
Os dejo aquí uno de aquellos 50 cuentos que escribí siguiendo la estela de estos magníficos escritores.
"Con gran cuidado los venusinos tomaron uno delos mistoriosos objetos terrestres y lo depositaron en la campana de seguridad. Un navío estelar con escolta llegó dos días terrestres después de la conquista para uno de ellos a Venus. Los científicos habían reclamado una de aquellas piezas para su estudio.
Cuano al comisión investigadora se encontró en torno al pequeño artefacto sus miembros retrocedieron alarmados; aquello tenia toda la pinta de un artefacto explosivo: una misteriosa anilla de metal pegada a la superficie del cilindro plateado parecía ser el mecanismo de activación. El color rojo de la banda cilíndrica atravesada por extraños signos en el lenuaje terrestre con pequeñas instrucciones (presumiblemente advertencias) en varios tamaños de color blanco semejaban las señales terráqueas de prohibición y peligro de sus carreteras.
El jefe de la Comisión decidió hacerlo explosionar en el interior de una cámara de cuarzo de máxima resistencia para calibrar su potencia explosiva.
Colocados todos en sus puestos, protegidos los gruesos ventanales por durísimos cristales de cuarzo, contemplaron como el brazo mecánico accionado con joistyc metía una de sus pinzas en la anilla y tiraba suavemente. Se oyó un chasquido seco. Un chorro de espumeante coca-cola se esparció alegre y burbujeante por el suelo bruñido de la campana explosionadora."
Jesús Marcial Grande, 1980
Y ahora me acabo de enterar de que escribía 1000 palabras al día. Bradbury escribía desde los doce años unas mil palabras a día. Eso son poco más de tres folios. No era mucho. Pero hacerlo todos los días es una disciplina que cumplen pocos aprendices de escritor.¿Qué lecciones puede aprender un escritor de este maestro de la ciencia ficción? La más valiosa es esta: chaval, escribe; escribe todos los días, escribe como poseído por el demonio; llena cuartillas y déjate llevar. Con razón, una de las frases que más se repite en las escuelas de escritura creativa es esta: "Hay que tragarse el mundo y vomitar lava". Te lo recomienda:
No he leído Farenheit 451, pero lo haré tras leer su entrada.
ResponderEliminarEstudié Biblioteconomía y Documentación simplemente por mi pasión por la lectura y mi amor a los libros. Al igual que Bradbury, mi afición se labró en la biblioteca.
Recuerdo con cariño mi biblioteca de aula en el cole, el León Felipe de Arganda para más señas, donde cada día tomaba prestado dos libros que leía por la tarde en casa. También tomaba prestados de la biblioteca municipal varios cómics,¡qué bonitos recuerdos!
Actualmente, intento formar mi propia biblioteca en casa, comprando demasiados libros para el poco tiempo que dispongo. Mi ánimo no decae.
Un saludo muy especial, José Manuel. Me alegra saber de tu afición por la lectura, de tu amor por las bibliotecas, de tu empeño en formar una propia... y sobre todo me sorprenden tus referencias al colegio León Felipe. Yo fui profesor allí, en el curso 1988-89. ¿Y sabes? creo que fui uno de tus profesores... Me parecía que tu nombre me sonaba, así que busqué en mis viejos papeles y ¡Sí! ¡Ahí está tu nombre, en 6º A de aquel año! Yo era por entonces profesor en el cole... y la verdad estaba un poco verde en aquellos tiempos. ¿Te acuerdas de los planes de trabajo? Sí, creo que os agobiaban un poco a algunos de vosotros... ¡Pues imagináos lo que sería corregirlos!
ResponderEliminarEn fin, me alegro de que recuerdes con simpatía tus dos libros semanales cogidos de la biblioteca de aula y de que mantengas esa afición por la lectura. ¡Y me alegro un montón de que, en Arganda del Rey (sabes que muchas entradas hacen referencia a esta localidad en la que he pasado muchos años), haya un lector al que le guste de vez en cuando leer los artículos de mi blog.
Gente como tú, anima a seguir escribiendo; porque, créeme, escribir cuesta.
¡Qué pequeño es el mundo! ¿Cómo no me voy a acordar de los planes de trabajo? La verdad es que a mi se me daban muy bien.
ResponderEliminarRecuerdo con mucho cariño de ese curso a mi profesora Alcázar Martínez, una de las culpables de mi pasión por la lectura. Todavía saboreo sus recomendaciones para leer a Roald Dahl, Michael Ende y Christine Nöstlinger. Sólo hace 25 años de eso, y no teníamos ni Play Station ni nada parecido. ¡Bendito tiempo!
Sólo me queda animarte a seguir escribiendo, que yo seguiré leyendo. Un saludo.
Sí, el mundo es un pañuelo. Yo también recuerdo con cariño a Alcázar. Siempre me echó una mano cuando, compañeros, surgía alguna dificultad. Además era una de las personas que más admiraba (envidia pura y dura ante una personalidad atractiva). Me alegro de que fomentara en ti el gusto por la lectura. Y esos autores, parecen ho haber cumplido sus bodas de plata en absoluto: tan actuales y sabrosos como siempre.
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