El Exorcista
En el
último día de internado convencí a mi amigo Marcos para escapar esa noche y acercarnos
a Salamanca a ver "El Exorcista". La película tenía el punto de morbo
que la hacía la aventura, incluso, más
apetecible. Llegada la noche, cuando todos
dormían , nos descolgamos por una ventana de la planta baja dejándola previsoramente
sin cerrar.
Con la
excitación de lo prohibido paseamos nuestros quince años por la noche salamantina
y vimos la película en su última sesión. A las tres de la madrugada estábamos
de vuelta frente a la ventana prevista, entonces comprobamos horrorizados que
la habían cerrado. Quedamos paralizados largo tiempo acurrucados contra la pared al abrigo
de las sombras. Después nos sobrepusimos y exploramos el contorno del edificio.
Lo circundamos varias veces hasta que dimos con un pequeño ventanuco elevado
que estaba abierto y daba a las cocinas.
Alzado sobre los hombros de Marcos alcancé el pequeño hueco y, metiendo
la cabeza, penetré en el interior a donde caí a plomo desde dos metros sin
romperme nada aunque con considerable estropicio. Después logré izar a mi
compañero. Sigilosamente nos dirigimos a nuestros cuartos y nos despedimos rezando
por que nadie se hubiera enterado.
Película de terror, de aventura, de fuga...
ResponderEliminarHay una parte de la historia que no me cuadra. Si te pegaste un porrazo desde dos metros luego no puedes irte tan campante y desplazarse sigilosamente, seguramente que algún dolorcillo tendrías en tu maltrecho cuerpo y además te estarías mordiendo la lengua para no quejarte de los evidentes dolores. Feliz Navidad¡¡¡
Craso error, amigo Manuel. De mis infantiles experiencias en el marco del peligro aprendí que el dolor pasa a segundo plano cuando la adrenalina se apodera del torrente sanguíneo. Al igual que otras muchas veces, sólo sientes el agudo dolor minutos, incluso horas después.
ResponderEliminarUn saludo.
Jesús.