miércoles, 3 de junio de 2015

Palimpsesto


Me dirijo al Parque del Retiro. La Feria del Libro se inauguró ayer mismo y pienso recorrer su larga hilera de casetas curioseando las novedades, reconociendo autores, contemplando en carne y hueso los escritores que firman sus ejemplares... Antes me detengo un momento. La comida y el calor invitan a una siesta bajo los grandes castaños cercanos a la entrada. Las casetas habrán de esperar. Al igual que yo, decenas de personas se tienden en la hierba bajo los árboles entregados a la clemencia de su sombra. Las casetas habrán de esperar. Dormitando apenas unos minutos acabo pensando en los hermosos ejemplares que contemplo tendido desde el suelo. Los árboles, erguidos durante décadas, extendiendo al sol sus decenas de millares de  hojas escritas por el tiempo muestran en  sus páginas las viejas historias del parque. Historias de pasiones amorosas sobre la hierba, catálogos de sensaciones de bebés asombrados desde su sillita, alegres excursiones de triciclos motorizados que conducen excitados los padres con sus pequeños, caminantes sin rumbo, exploradores con plano, confidencias de amigas en lentos paseos por los caminos de grava,  nostalgias de viejecillas descontando los últimos paseos de su biografía...
Las viejas hojas escriben en sus haces anotando en sus sus nervaduras historias secretas. Escriben sensaciones en su envés, encuadernaron sus ápices en el tronco formando el hermoso volumen verde de una novela grandiosa. ¿Quién lee tus historias, viejo árbol, castaño de indias de flores cumplidas, de frutos incipientes?  Las palomas pasan las páginas con sus alas desplegadas, las golondrinas leen los renglones de tus nervios extendidos... Sólo ellos saben las historias olvidadas, los argumentos perdidos del paseante, el guión cierto de las vida desconocidas.Una hormiga recorre los verdes haces del follaje leyendo la historia interminable de la vida.  Un pájaro se detiene  ante el fruto apetitoso, ante una cromática ilustración en el texto esmeralda.
Libro original, libro vivo: antes de que a tu argumento hagan papilla y blanqueen tu cadáver para escribir una historia impostora yo reivindicaré el palimpsesto de tus borradas, el mensaje antiguo del papel; la historia real de la celulosa viva del árbol del parque. Esa historia de la que fuiste testigo desde el picado cenital de tu punto de vista aéreo: historia sencilla de cálidos afectos, de tristezas solitarias, de viejas nostalgias, de infancias felices, de miradas desapasionadas, de lujurias contenidas... Historia nacida y crecida con el agua,  abonadas con vidas agotadas, escritas con los rayos del sol, alineadas por el viento, extendidas en el aire ante la luz... Bajo tu copa juegan los niños en la fuente, sujetan globos de felicidad, persiguen mariposas, buscan iguales,  provocan a los adultos con una sonrisa de complicidad, coleccionan sensaciones junto al estanque: el frescor del agua, el dulce sabor de un caramelo, el suave forcejeo del globo de helio, el vistoso vuelo de una paloma siempre perseguida pero nunca alcanzada, la suave humedad y el tacto de terciopelo del césped, la seguridad del gesto protector de la madre, la caza misteriosa de la hormiga...

Entre este  universo de lectores que se congregan en torno a la feria, yo escribo; escribo como los árboles historias y sensaciones para pájaros viajeros, para aves migratorias que leerán de paso las impresiones anotadas en la hoja caduca. En otoño caerán. No serán más que el recuerdo ocasional del primer día de junio. Las palomas brindan con el pico mientras beben el agua de la fuente. Las historias que pueblan el mundo  pasan a mi  lado y yo no sé leerlas, no sé traducir su lenguaje personal, intransferible.
Los niños disfrutan de lo que toca: de lo que buscan, de lo que encuentran. Se entretienen cual mariposas.
Una larga  procesión de carritos avanza bajo los copas: sillas de ruedas oupadas por ancianos, impedidos...historias acabada que se aproximan al punto final, arrastrando la pluma por sus últimos renglones.

Hojas caducas que el viento arrancará y serán molidas por la meteorología de la vida, por la erosión del tiempo... bajo la tinta nueva de los libros de la feria, yacen muertas esas otras historias escritas en los árboles. A veces la mejor historia está oculta. Fue borrada creyendo que lo nuevo era mejor. Yo te reivindico, viejo árbol, escritor de historias que nadie leyó. Como tú, yo hoy escribo, apoyado en tu tronco; cuento las historias que pasan a tu lado y, por un día, añoro el palimpsesto de cada libro de la feria. Esa historia secreta que nadie conoce, excepto tú, viejo árbol, y yo. Hoy compartí contigo el antiguo oficio de escritor de la vida. Junto a tí, apoyado en tu tronco, mientras subía lentamente la tinta hacia tus hojas.

2 comentarios:

  1. Veo que te gusta la naturaleza, los árboles, las hojas caídas de los árboles, los libros hechos con la madera de los árboles...
    Nuevamente aparece el árbol en esta entrada, parece como la segunda parte de la escritura bajo su sombra como la que escribiste recientemente. Creo que ahora el entorno es diferente y la soledad ha sido sustituida por la marabunta de lectores.
    Seguramente que habrás visitado el cercano Jardín Botánico con sus árboles centenarios, muy cerca del Retiro justo al lado del Museo del Prado.

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  2. ¡Ah, los árboles!...
    A ellos subí, a su tronco abracé, hasta su copa trepé, sus flores descubrí, su fruta robé, en su follaje me escondí, de sus ramas caí, en las orquillas de sus ramas construí mi caseta infantil...

    Su sombra agradecí, su frescor celebré, la luvia dorada de sus hojas admiré, sus raíces envidié, su corteza acaricié, su fuerza veneré, su silueta contemplé, sus ramas en danza gocé...

    Me encandile con sus habitantes: con la ardilla me extasié, con la paloma me sorprendí, con la urraca me asombré, con la humilde hormiga me embobé, con la mariposa me encandilé, con el búho me sobrecogí...

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