Las viejas hojas escriben en sus haces anotando en sus sus nervaduras historias secretas. Escriben sensaciones en su envés, encuadernaron sus ápices en el tronco formando el hermoso volumen verde de una novela grandiosa. ¿Quién lee tus historias, viejo árbol, castaño de indias de flores cumplidas, de frutos incipientes? Las palomas pasan las páginas con sus alas desplegadas, las golondrinas leen los renglones de tus nervios extendidos... Sólo ellos saben las historias olvidadas, los argumentos perdidos del paseante, el guión cierto de las vida desconocidas.Una hormiga recorre los verdes haces del follaje leyendo la historia interminable de la vida. Un pájaro se detiene ante el fruto apetitoso, ante una cromática ilustración en el texto esmeralda.
Libro original, libro vivo: antes de que a tu argumento hagan papilla y blanqueen tu cadáver para escribir una historia impostora yo reivindicaré el palimpsesto de tus borradas, el mensaje antiguo del papel; la historia real de la celulosa viva del árbol del parque. Esa historia de la que fuiste testigo desde el picado cenital de tu punto de vista aéreo: historia sencilla de cálidos afectos, de tristezas solitarias, de viejas nostalgias, de infancias felices, de miradas desapasionadas, de lujurias contenidas... Historia nacida y crecida con el agua, abonadas con vidas agotadas, escritas con los rayos del sol, alineadas por el viento, extendidas en el aire ante la luz... Bajo tu copa juegan los niños en la fuente, sujetan globos de felicidad, persiguen mariposas, buscan iguales, provocan a los adultos con una sonrisa de complicidad, coleccionan sensaciones junto al estanque: el frescor del agua, el dulce sabor de un caramelo, el suave forcejeo del globo de helio, el vistoso vuelo de una paloma siempre perseguida pero nunca alcanzada, la suave humedad y el tacto de terciopelo del césped, la seguridad del gesto protector de la madre, la caza misteriosa de la hormiga...
Los niños disfrutan de lo que toca: de lo que buscan, de lo que encuentran. Se entretienen cual mariposas.
Una larga procesión de carritos avanza bajo los copas: sillas de ruedas oupadas por ancianos, impedidos...historias acabada que se aproximan al punto final, arrastrando la pluma por sus últimos renglones.
Hojas caducas que el viento arrancará y serán molidas por la meteorología de la vida, por la erosión del tiempo... bajo la tinta nueva de los libros de la feria, yacen muertas esas otras historias escritas en los árboles. A veces la mejor historia está oculta. Fue borrada creyendo que lo nuevo era mejor. Yo te reivindico, viejo árbol, escritor de historias que nadie leyó. Como tú, yo hoy escribo, apoyado en tu tronco; cuento las historias que pasan a tu lado y, por un día, añoro el palimpsesto de cada libro de la feria. Esa historia secreta que nadie conoce, excepto tú, viejo árbol, y yo. Hoy compartí contigo el antiguo oficio de escritor de la vida. Junto a tí, apoyado en tu tronco, mientras subía lentamente la tinta hacia tus hojas.
Veo que te gusta la naturaleza, los árboles, las hojas caídas de los árboles, los libros hechos con la madera de los árboles...
ResponderEliminarNuevamente aparece el árbol en esta entrada, parece como la segunda parte de la escritura bajo su sombra como la que escribiste recientemente. Creo que ahora el entorno es diferente y la soledad ha sido sustituida por la marabunta de lectores.
Seguramente que habrás visitado el cercano Jardín Botánico con sus árboles centenarios, muy cerca del Retiro justo al lado del Museo del Prado.
¡Ah, los árboles!...
ResponderEliminarA ellos subí, a su tronco abracé, hasta su copa trepé, sus flores descubrí, su fruta robé, en su follaje me escondí, de sus ramas caí, en las orquillas de sus ramas construí mi caseta infantil...
Su sombra agradecí, su frescor celebré, la luvia dorada de sus hojas admiré, sus raíces envidié, su corteza acaricié, su fuerza veneré, su silueta contemplé, sus ramas en danza gocé...
Me encandile con sus habitantes: con la ardilla me extasié, con la paloma me sorprendí, con la urraca me asombré, con la humilde hormiga me embobé, con la mariposa me encandilé, con el búho me sobrecogí...