El huerto Molinillo, quién lo diría, está en medio de la ciudad. Su topónimo, tomado de la calle que le da entrada es una reliquia del nomenclátor, con cierto valor arqueológico, que nos habla de aquellos tiempos en que la ciudad era más pequeña y los huertos se extendían a partir de sus murallas. Algún pequeño molino tomaba entonces sus aguas en el cercano Arlanzón muy cerca de esta zona. Es un huerto urbano 100%. Su codiciado terreno, valorado en términos de edificabilidad, tendría un precio casi astronómico. Pero es un huerto de convento, un espacio cerrado a cal y canto donde unas monjas, durante un siglo, cultivaron sus verduras para su propio abastecimiento. En los últimos años este convento de las monjas trinitarias que actualmente solo alberga 7 monjas, algunas muy ancianas, tenía la huerta completamente abandonada y presentaba el aspecto agostado de la ilustración.
Pero, algunos ojos inquietos habían tiempo que se habían fijado en las posibilidades de dar uso a estos terrenos, entonces yermos, creando de una tacada un triple beneficio social: cuidar y mantener el huerto de las monjas pagando un alquiler, dar salida a algunos ingenieros agronómos actualmente en paro y promover una agricultura ecológica y solidaria. Miembros de la Fundación Alter y Promoción Solidaria alquilaron el terreno y crearon grupos de consumo de soberanía alimentaria. La idea era evitar los intermediarios y potenciar el consumo cercano y sostenible. Así nació la Huerta Molinillo, con un invernadero de 1.500 metros cuadrados, que proporciona cestas semanales de alimentos a 60 familias a un precio razonable.
Al proyecto le pone cara Rafael Martínez, miembro de las dos agrupaciones citadas, que dirige la iniciativa. pero son muchas las personas que colaboran con su trabajo desinteresado. Lo sé muy bien, pues mi hermano y mi cuñada nos han dejado "plantados" algunas veces para pasar algunas horas ayudando en las tareas de la huerta. Después de una inversión inicial en la que las organizaciones citadas y muchos ciudadanos particulares aportaron el capital necesario para herramientas, maquinaria, invernaderos, riego... la huerta se puso finalmente en marcha en febrero de 2014. La prensa local se hacía eco de la noticia.
«Vamos a devolverle el uso que tuvo la finca y que las monjas ya no podían otorgarle. Plantaremos cebollas, zanahorias, tomates, puerros, calabazas, patatas, guisantes, judías, pimientos, calabacines, coles, habas... con la idea de que sea accesible y asequible para los socios de la iniciativa» ... «Lo que se busca es vincular el producto con el consumidor y hacer responsables a los consumidores de lo que comen, sin intermediarios. El planteamiento es el de soberanía alimentaria, que está en contra de las empresas transnacionales que comercializan con alimentos, que los productos no tengan que recorrer cientos de kilómetros provocando miseria en los países de origen para que nos lleguen... Es volver a vincular al agricultor con el consumidor», añade mientras recuerda la frase de Gustavo Duch: «Mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivarán pequeños huertos… que alimentarán al mundo».
El carácter social de la iniciativa se ve reflejado en estos comentarios editados por el Diario de Burgos del 5 de mayo: "Está pensado también para subrayar el valor de acercar el producto, garantizando unas buenas prácticas agrícolas, una ausencia de tratamientos químicos y evitando las injusticias que se cometen en las zonas de producción cuando éstas se encuentran lejos: la rentabilidad de la venta en Europa sería imposible si no es partiendo de agriculturas intensivas, sueldos bajísimos para los productores o, directamente, prácticas abusivas."
La huerta empezó a dar sus frutos en septiembre y desde entonces, los socios cooperativistas, reciben una cesta de unos cinco kilos con verdura de temporada. Cuando los productos agrícolas escasean suplen esta carencia con productos adquiridos a agricultores de confianza de varios pueblos burgaleses que les proporcionan legumbres y otros productos alternativos. El terreno está acondicionado sobre bancales y permite a los curiosos visitantes pasear entre las siembras. El riego es por aspersión y goteo y los techos de los invernaderos, montados por una empresa especializada de Almería, permiten la apertura cenital para regular automáticamente el calor. El abono, estiercol de oveja, lo obtienen de un pastor del pueblo de Monasterio de Rodilla y cuentan, para el especifico calendario agrícola de Burgos, con el asesoramiento del propietario de la explotación agrícola de La Montañuela en el Valle de Tobalina. Ello hace que puedan escribir en su blog optimistas comentarios como este del pasado jueves, 4 de junio: "Con la buenas temperaturas que hemos tenido las semanas pasadas, la huerta está dando mucho fruto. Las cebollas y los guisantes ya se recogieron, pero ahora es el turno de la alubia verde, que está en plena floración y promete unas vainas muy tiernas y sabrosas. La fresa sigue dando unos frutos espectaculares y la patata se nos desborda del bancal. También están empezando a salir los pepinos, los pimientos y los tomates (¡increíblemente pronto para Burgos!) que harán las delicias de todas y todos ya en junio"
Desde hace algún tiempo complementan su producción en invernadero con una explotación a cielo abierto en Rabé de las Calzadas, junto al Camino de Santiago.
NOTA:
NOTA:
Que escriba en mi blog sobre los huertos urbanos es una iniciativa que surge de la experiencia familiar. Dos de mis hermanos participan activamente en la cooperativa y adquieren dos cestas semanales. han colaborado económicamente y han trabajado duro (recuerdo el día que fueron a comprar los guantes y la azada). Las verduras de la cesta (en realidad una caja de plástico) están buenísimas y mis padres (destinatarios de una de ellas) han comido sano durante todo el año aunque se quejen del exceso vegetal de su actual dieta. Hace un par de meses tuve la oportunidad de visitar personalmente El Molinillo acompañando a mi hermano Miguel a recoger su cesta semanal. Allí, en una caseta de madera, se alineaban las cestas con sus productos equitativamente repartidos: acelgas, ajetes, patatas, fresas, alubias, fresas... Bajo los invernaderos muchos bancales recién sembrados con los primeros brotes asomando: "Han brotado hoy todas las judías, decían admirados" mientras retiraban algún caracol que se desperezaba ante los brotes tiernos. Con amabilidad nos explicaron el funcionamiento de aspersores e invernaderos y nos hablaron de los cultivos en curso. Mientras acudían los visitantes ocasionales o los socios a retirar su cesta, los chiquillos (hijos de colaboradores y visitantes) jugaban felices entre algunos enseres del recinto. Ciertamente los productos logrados con tantos cuidados y trabajo son más caros que los comercializados. Pero da gusto ver lo bien que funciona el proyecto y los réditos sociales que implica. Felicitaciones a los protagonistas.
Por otro lado en mis paseos mañaneros por la orilla del Canal del Henares paso al lado de los huertos de ocio y autoconsumo que el Ayuntamiento de Alovera pone a disposición de los jubilados del p ueblo. Da gusto contemplar como crecen las lechugas, como maduran los tomates, o trepan las judías por los soportes de caña... Los mayores que los cuidan se entretienen y charlan animados la mayor parte del tiempo (aunque también trabajan) y después llevan orgullosos sus verduras a casa para invitar y regalar a la familia.
Como miembro de fundacion alter, felicidades por tu texto, por tu comprensión del proyecto y si me permites hasta por la calida literaria de lo escrito porque da gusto leerlo.
ResponderEliminarUn saludo cordial, javier sanz
Gracias por vuestra visita y el comentario. El Molinillo merecía este artículo y muchos más. Esperemos que sea como las semillas que plantáis en la huerta, que crezca poco a poco y, al final, los frutos sorprendan a todos.
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