La mitad de las luces de navidad, embutidas en una manguera transparente, colgaban desde la clave del arco y la estrella luminosa aparecía caída junto a la escalera. Esta vez me había confiado demasiado, me había impulsado desde el último peldaño para alcanzar un enganche tras el arco y al pisar haciendo una presión lateral el vector resultante de mi peso y el empuje lateral se salió de la base de sustentación que formaban las patas: la bisagra de la tijera que formaban las patas sufrió un tremenda torsión y cayó dislocada al suelo. Yo solté inconscientemente la estrella de armazón metálico que llevaba en las manos y me aferré con los dedos al borde del arco. Pero no podía aguantar mucho en esa posición. Así que en menos de dos segundos, cuando la escalera apenas había terminado de descomponerse tras la caída salté intentando que mis pies quedaran uno en el interior de la tijera y otro en el exterior de uno de los rieles. Tuve suerte. Tan solo me golpeé la tibia con el riel al posar los pies y caer hacia mi derecha. Pero al apoyar la muñeca tratando de amortiguar mi caída lateral sentí un agudo dolor. Salí a gatas del revoltillo de aluminio que formaban los restos de la escalera y me senté sobre el suelo mientras examinaba la mano derecha y comprobaba aliviado que no había fractura. Eso sí, el fuerte dolor ya me hizo suponer que tenía una contractura o un esguince de caballo. Me imaginé, al menos, una semana vendado con las incomodidades que conlleva, pero sonreí para mis adentros: ¡Había tenido mucha suerte!
martes, 8 de diciembre de 2015
Sintiendo en la nuca el aliento de la muerte XIII: Buena suerte navideña
La mitad de las luces de navidad, embutidas en una manguera transparente, colgaban desde la clave del arco y la estrella luminosa aparecía caída junto a la escalera. Esta vez me había confiado demasiado, me había impulsado desde el último peldaño para alcanzar un enganche tras el arco y al pisar haciendo una presión lateral el vector resultante de mi peso y el empuje lateral se salió de la base de sustentación que formaban las patas: la bisagra de la tijera que formaban las patas sufrió un tremenda torsión y cayó dislocada al suelo. Yo solté inconscientemente la estrella de armazón metálico que llevaba en las manos y me aferré con los dedos al borde del arco. Pero no podía aguantar mucho en esa posición. Así que en menos de dos segundos, cuando la escalera apenas había terminado de descomponerse tras la caída salté intentando que mis pies quedaran uno en el interior de la tijera y otro en el exterior de uno de los rieles. Tuve suerte. Tan solo me golpeé la tibia con el riel al posar los pies y caer hacia mi derecha. Pero al apoyar la muñeca tratando de amortiguar mi caída lateral sentí un agudo dolor. Salí a gatas del revoltillo de aluminio que formaban los restos de la escalera y me senté sobre el suelo mientras examinaba la mano derecha y comprobaba aliviado que no había fractura. Eso sí, el fuerte dolor ya me hizo suponer que tenía una contractura o un esguince de caballo. Me imaginé, al menos, una semana vendado con las incomodidades que conlleva, pero sonreí para mis adentros: ¡Había tenido mucha suerte!
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Dos días después del "accidente" con la escalera mi mano ha reducido gran parte de la hinchazón que produjo horas después. Tanto se hinchaba sobre el dorso que semejaba una manopla. Llegué a asustarme y, cediendo a la insistencia de Charo -mi mujer-, acudí a urgencias donde comprobaron que no había fractura y me vendaron.
ResponderEliminarAsí que, sin más transcendencia que unos días incómodo y dolorido, he superadado otro episodio con peligro cierto.
Pero la moraleja del asunto es que uno ya no tiene ni la fuerza ni los reflejos de antes. Miro atrás en mi vida con envidia y recuerdo la automática precisión de mis carreras a saltos sobre las grandes y redondas piedras del río en la Garganta de los Caballeros. Tempus fugit, ya nada será igual; me voy dando cuenta.