Fue el premio por muchas semanas de atención y buen comportamiento en la catequesis de San Cosme y San Damián, mi parroquia de entonces en Burgos. Después de largas semanas aprendiendo sin cuestionar nada todo aquello que me enseñaban me hicieron el más precioso regalo: un libro.
Y además, fue un libro con gancho. 45 años después aún recuerdo la historia de este búfalo. Su vida social en la manada, el liderazgo, la defensa en círculo contra los leones que querían devorar a sus crias, el apareamiento, el parto en un oscuro rincón de la selva, los pájaros que les desparasitaban y avisaban del peligro, el incendio en la selva y la estratagema de internarse en el lago para evitar abrasarse...
Yo tenía 6 años. Este libro fue, probablemente, la primera propiedad ganada con mi esfuerzo. No sé las veces que lo releí. Aún lo conservo.
Cuando lo descubro, sepultado en el fondo de un arcón polvoriento en el pueblo de mis padres, aún me emociono. Lo tomo en mis manos y no puedo evitar abrirlo y leer algunas páginas... Todavía parecen mostrar la frescura que encontré a mis pocos años.
Luego vinieron los cómics. Primero los ejemplares sueltos que me dejaban amigos o conocidos pues no tuve nunca dinero para comprarlos yo mismo. También los ejemplares leídos en mi cole, el Liceo Castilla, en alguno de sus clubs de alumnos; allí los alternábamos con futbolines y damas. Después mi padre nos sorprendió con unos gruesos tomos de colecciones enteras de TBO o de superhéroes como "La Pantera Negra" o el "Capitán Trueno". Eran de segunda mano y se los pasaba su jefe en el trabajo. Fueron, durante años, mis posesiones más preciadas.
Cuando tienes un libro así posees un auténtico universo. En él me sumergía horas y horas enfrascado en las aventuras de mis héroes. Aprendí de selvas, estrategias, maldades, razas inferiores, valor, inteligencia, superhombres... Un caldo de cultivo, eso también, para el fascismo pero que, curiosamente, no ha dejado huella alguna (creo).
Con los cómics aprendí realmente a leer. La ayuda de sus imágenes me sugerían el tono o el contenido de las historias y me enseñaron a poner el énfasis adecuado a descripciones y diálogos.
Con los cómics aprendí realmente a leer. La ayuda de sus imágenes me sugerían el tono o el contenido de las historias y me enseñaron a poner el énfasis adecuado a descripciones y diálogos.
Hoy, en el basto almacén de internet, tecleo las palabras mágicas: "La Pantera Negra" + cómic y, como genio que aparece para cumplir tus deseos, se despliegan cientos de accesos a información sobre este superhéroe. Entonces busco algunos viejos ejemplares para leer. Luego me sorprendo de no reconocer en absoluto nada de lo estoy leyendo... vuelven a actuar las trampas de la memoria.... pero la magia permanece.
¡Menuda memoria! yo no puedo recordar cuál fue mi primer libro. También me ha sorprendido que lo tengas guardado en el baúl de los recuerdos como un valioso tesoro.
ResponderEliminar