viernes, 15 de junio de 2012

El camión de la media noche


En el calor de la noche el padre regresa cansado. La preocupación y agobio de su rostro trazan un gesto autoritario al entrar en casa. Sin muchas palabras, con una rutina tranquilizadora y obsesiva, se sienta a la mesa. El ser y las circunstancias forjaron un carácter difícil. Le envuelve un halo de temor. Enfrente de él, adolescencia y rebeldía, se forja otro caracter complicado: el espejo del tiempo reflejaría su imagen cuarenta años atrás. Se sierve el primer plato de la cena. Un tema cualquiera, una opinión, una crítica, un alegato... da igual: el hijo se rebela contra la injusticia evidente, muestra su oposición a la autoridad incontestable. Pronto aparecerá la imposición,  la ira, la descalificación: - "Sois tontos", "Se van a reir de vosotros"...-  El padre, congestionado,  no puede soportarlo y se retira de la mesa llevándose el plato. El hijo mayor , mientras, recibirá varios puntapiés por debajo de la mesa de su madre preocupada y temerosa. Luego le recriminará su comprotamiento, le recordará el deber de respetar al padre... y el hijo no aguanta más: marchará de casa dando un fuerte portazo a la puerta de la cocina. Saldrá a la calle rumiando su llanto y vagará por la ciudad. En la cálida noche burgalesa recorrerá con los ojos turbios la calle arriba hasta el final, donde las casas se terminan y aparcan los camiones. Inspeccionará unos cuantos valorando las posibilidades de entrar en la caja y que no le descubran dentro. Imagina esa noche escondido entre las lonas, el viaje al amanecer hasta una ciudad lejana, en salto liberador... Allí empezará de nuevo,  en cualquier sitio, de cualquier manera. Detenido a la luz de la farola acaricia la plancha del vehículo...

Son las 12 dela noche. Entra en casa y, en silencio, se va a su habitación. Su madre le oye venir. No dice nada.    

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