viernes, 22 de mayo de 2015

Terremoto


Tras la cena, el grupo de invitados peguntó por un café o alguna infusión.
-¿Tienes un té rojo?
No teníamos, pero me acordé de aquella petaca tejida con fibra vegetal que contenía un puñado de té nepalí, un regalo de mi hermano trotamundos que trajo como recuerdo de aquel verano en que estuvo haciendo trekking por el Himalaya. Nos lo entregó después de alabarnos sus cualidades: su sabor especiado, fuertemente aromático, liegeramente especiado y su hermoso color ambarino. Nos quedamos con la petaca que quedó reposando en el armario durante los  últimos 10 años.

Pero ese día tenía algo especial que dio sigfnificado a las arómaticas hierbas nepalíes. A nuestros vecinos les gustaban los sabores fuertes (entre las delicatessen del aperitivo habían tenído mucho éxito unos pimientos jalapeños cultivados en la huerta ecológica de los amigos de mi hermano), así que les ofrecí probar una exótica infusión.

- Os invito a un té remoto nepalí, les dije.

Me miraron sorprendidos. El seísmo en el corazón del Himalaya había dejado imágenes desgarradoras muertos y heridos, ciudades devastadas y míseros campamentos de personas inermes sin hogar. No comprendieron el pequeño jeroglífico que les planteaba.

Finalmente se lo expliqué. Tras probarlo, concluyeron que aquel té remoto tenía un sabor fuerte, amargo, mineral...

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