Luis y Miguel, dos de mis hermanos, son asiduos peregrinos de las múltiples rutas que van hacia Santiago. Son muchos los Caminos de Santiago que han hollado sus pies. Hoy dedico una de las entradas del blog a esta nueva ruta realizada en este mismo agosto. A lo largo de los años hemos recopilado entre él y yo muchos diarios de peregrinaciones. Algunos los tenéis en este libro publicado en bubok. Los útimos, antes de revisar la edición e incluirlos también, los iré presentando en el blog en las próximas fechas
El camino inglés
Los puertos gallegos como vía
de acceso a Santiago. Peregrinación corta, pero cada vez mas multitudinaria.
En un día caluroso de Julio
salimos de Burgos evitando el madrugón. El, ya veterano, Hyunday afronta los
kilómetros hasta Ferrol sin prisas y, esto es más grave, sin aire
acondicionado. Kilómetros de autovías con un sol abrasador a la espalda.
Paramos a comer en Vega de Valcarce. Siempre me gustó este pequeño pueblo del
camino francés. Su emplazamiento a la vera de un río, en un valle frondoso, le
da una apariencia apacible. A pesar de que, muy alto, el viaducto empañe este
bucólico lugar.
Comemos de bocadillos en una
plazoleta. Allí mismo, tumbados en el césped, intentamos echar la siesta. Yo
apenas consigo dormir más allá de 3 minutos.
Llegamos a Covas. Pedanía de
Ferrol donde hay un albergue de peregrinos. En Ferrol no hay. El tiempo ha cambiado, y los rigores del sol
aquí no solo no se padecen, sino que casi se agradecen. El albergue está cerrado.
Un paisano que pasa nos dice que las llaves las dan en el bar “La muralla”. Nos
acercamos al bar en cuestión y preguntamos por las llaves. Una empleada nos
comenta que primero es mejor llamar por teléfono a los encargados voluntarios.
De acuerdo. Pedimos los números de teléfonos, pero contesta que están en la
puerta del albergue. Por no volver al albergue, que está a 5 minutos, para
luego volver a bajar otra vez, pedimos las llaves con la promesa de llamar por
teléfono en cuánto llegáramos. Parece que la empleada no está muy de acuerdo.
Pero se convence de lo absurdo de su postura. Con las llaves en la mano volvemos
al albergue. Es un complejo escolar que ya no tiene fines educativos. En ese
momento se acerca un grupo de 4
personas. Una pareja joven con las mochilas al hombro y otras dos mujeres más
maduras. Estas sin mochilas. Son de Murcia. Los jóvenes, ventipocos años, se
llaman Maria y Jefferson , y se van a casar en otoño. Ellos van a dormir en el
albergue. Las mujeres son su madre y una amiga y van a dormir en Ferrol. Por
eso vienen sin mochilas. Excepto la madre, de cuyo nombre no logro acordarme,
ninguno ha hecho el camino.
Hechas las presentaciones y
abierto el albergue, llamo por teléfono a Suso, el hospitalero voluntario, que
promete presentarse lo más rápidamente posible. Mientras llega inspeccionamos
el albergue. Muy limpio, bien equipado, bien distribuido. Con alimentos
imprescindibles, incluso para hacerse un buen desayuno. Con detalles agradables
como unos pequeños tiestos. Y con algún pequeño lujo como unas duchas con
sistema de chorro hidromasaje. Y con sábanas de tela en las literas que se lavan
diariamente.
Cuándo se presenta Suso ya hemos tomado posesión de literas. Nosotros en
una esquina, la gente de Murcia en la otra. El hospitalero nos explica el
funcionamiento del albergue y las peculiaridades del camino inglés. Un camino
que año tras año va en aumento. Nos informa que el agua de Ferrol no se puede beber hasta nuevo aviso. Es
importante saberlo porque durante dos días solo beberemos cerveza.
Como todavía es pronto, Luis y
yo nos acercamos a una playa cercana a estirar las piernas. El cielo nublado y
el fresco aire del mar nos producen una sensación extraña pero agradable
después de soportar las altas temperaturas de la meseta. Pasada más de media
hora de paseo llegamos a la playa de Santa Comba. Amplia y desierta nos llama
poderosamente el vaivén de las olas. Caminando por la arena no resistimos la
tentación de meter los pies en el agua.
Para volver optamos por una
alternativa señalada que indica el centro del pueblo. Alternativa es, aunque
tenga kilómetro y medio más. Exploramos opciones para cenar mientras degustamos
las primeras ”ESTRELLA GALICIA”. Al final optamos por el bar que entrega las
llaves del albergue. Un menú sencillo y económico que nos deja suficientemente
satisfechos. Cuando nos vamos entra Suso
y con gusto le pagamos la cerveza que se está tomando.
Cenados, nos acercamos al
albergue donde, al poco tiempo, aparecen los jóvenes de Murcia. El es
brasileño, pero vive en Murcia y en vistas de su futuro matrimonio con María,
es de suponer que siga haciendo vida allí.
Cuando empieza a anochecer
nos retiramos. Yo, todavía curioseo algunos papeles y el libro de firmas.
COVA-FERROL-NEDA. 19 Julio del 2015 (Domingo)
Cuando la claridad del día me
despierta, me levanto. Soy el primero. Me ducho. La humedad del mar me ha dado calor y estoy
sudoroso. Preparo café para los cuatro que estamos y que poco a poco se
desperezan. Solo Pepe y yo tomamos café. Los jóvenes murcianos se despachan con
un cacao.
Recogidas las cosas, montamos
todos en mi coche. Habíamos quedado que les acercábamos a Ferrol. Aparcamos
cerca de la estación de autobuses. Allí
volveremos unos días después a recoger el coche. Nos despedimos de los murcianos
sabiendo que les volveremos a ver.
Ferrol se está despertando en
este mañana de domingo. Pepe y yo paseamos por sus calles sin mochila. Hacía
muchísimo tiempo que no estaba en Ferrol. Ya no me acuerdo de nada. Llegamos
hasta el puerto y en la dársena de Curuxeiras buscamos el punto que indica el
inicio del camino de Santiago Inglés. No lo encontramos porque están en obras y
han levantado la calle. Empezamos
nuestro camino desde allí como unos turistas, sin peso. Seguimos las flechas
amarillas hasta un punto en que nos acercan al coche. Cargamos las mochilas y cerramos el coche.
Con esta guisa continuamos andando ya como
auténticos peregrinos.
Salir de las ciudades es un
poco cansado y pesado. Ni siquiera en el inicio de la peregrinación, cuando los
ánimos están pletóricos, me produce satisfacción especial. El camino bordea la ría. Ferrol se expande
sobre ella. Ciudad, urbanizaciones, polígonos industriales, pueblos de la
periferia. Casi hasta el final de etapa no te encuentras en el medio rural. A
mitad de camino alcanzamos a la tropa de Murcia. Están sentados a la sombra. Nos
saludamos y continuamos el camino.
A la altura del Monasterio de
san Martiño de Xubia nos encontramos con un grupo de peregrinos italianos. 5 y
todos hombres. Visitamos la iglesia. Van empezar una misa. Valoramos si
quedarnos, pero decidimos seguir.
A las 13:30 llegamos a
destino: Neda. Al lado de la ría, en un parque, solitario, se encuentra el
albergue.
Vemos que hay gente fuera. No
es de extrañar. Hay un autobús modificado para uso gastronómico. El albergue
está a la mitad de capacidad. Nos duchamos rápido y vamos a comer al sitio más
cercano: Restaurante Maragote. (por cierto, el menú resultó caro). Mientras
comemos entran las amigas de Murcia. Ellos van a andar un poco más.
Con toda la tarde por
delante, después de la siesta, emprendemos un buen paseo por los alrededores.
El tiempo es bueno y hay nubes. Nos hacemos 6 o 7 kilómetros.
Anochecer
en la ría de Ferrol
El agua sigue sin poder
beberse, de modo que insistimos con las cervezas. Cenamos en el autobús que nos
prepara unas ensaladas voluminosas.
Hacemos un poco de charla con
los peregrinos que hay. Los hay que vienen en parejas; también jovencitos
scouts que hablan poco y mantienen relaciones casi endogámicas, y dos mujeres ya talluditas que
se han metido en la habitación de los minusválidos. Pepe, con su verborrea
legendaria concita alrededor de él un grupo que le escucha con interés. Yo, que
ya le tengo oído, me entretengo en vaguedades. Evidentemente todos los que
están en el albergue han dormido y empezado en Ferrol.
NEDA-MIÑO. 20
de Julio de 2015. (Lunes)
A partir de las 6 de la
mañana hace falta tener el sueño muy profundo para no despertarse en un
albergue del camino de Santiago. A esa
hora empieza el baile de los madrugadores. Levantarse, encender alguna pequeña
luz, ruido de bolsas, puertas que se cierran, muchas veces sin ningún cuidado.
Yo que estoy un poco sordo oigo perfectamente los portazos que el personal
suele dar. Cuando ya se han ido casi todos, nos levantamos nosotros. Todavía
hay un peregrino en la cama. Es el último que se metió en ella. En 20 minutos
estamos lavados, vestidos y recogidos. Salimos a la calle. Ha llovido por la noche.
Menos mal que la ropa tendida se nos secó y la recogimos antes de ir a la cama.
La salida de Neda es por un
paseo marítimo a la orilla de la ría, pasando por las marismas recuperadas del
río Belella. Itinerario que ayer recorrimos durante el paseo vespertino.
Después de algún kilómetro andado y ya en el centro de Neda tenemos que
salir de la calle empedrada por la que
transitamos para poder encontrar un bar abierto en el que tomar un ligero
desayuno. Enseguida lo encontramos. Unos simples cafés con leche (el mío
siempre con leche fría) y un poco de conversación con los lugareños y a seguir.
El camino transita por urbanizaciones de altura por caminos asfaltados, con la
ría y la ciudad de Ferrol siempre a la vista. En un momento determinado
entrando en pequeñas zonas boscosas se pierde de vista, por fin, a Ferrol y su
ría.
Solo queda un largo y suave descenso hasta Pontedeume. Nos encontramos con
los primeros peregrinos de la jornada. El día sigue nublado. En Pontedeume
descansamos un rato mientras nos tomamos una cerveza. Continuamos con un duro
repecho para alcanzar los barrios altos de la villa.
Por campo, monte y zonas boscosas, en un camino agradable y hasta hermoso
se llega a Miño justo cuando el sol empieza a calentar. Comemos en el primer
bar que encontramos: bar LA MAR. (9 euros) .
Buscamos el albergue que está un poco apartado y con vistas al río Baxoi. Prácticamente
llegamos los primeros. Solo nos adelantaron los cinco italianos con los que
conversamos un poco. Ducharse, siesta y lavar.
Mientras, van llegando algunos peregrinos más: los jóvenes murcianos (la
madre y la amiga se quedan a dormir en un hostal), un matrimonio de franceses
con su hija de unos 8 años. (Curiosos estos. Acababan de terminar de hacer el
camino francés y como les sobraba tiempo decidieron hacer el inglés.) También
aparece un hombre solitario que no era peregrino. Era de Tánger y estaba
buscando trabajo. Le explicamos la peculiaridad de estos albergues. Que no era
fácil que le dejaran pasar la noche. Pero que podría apelar a la generosidad
del hospitalero que vendría a última hora del día.
Sorprendentemente el paseo de la tarde nos lleva por un camino a la
izquierda del albergue a una playa concurrida. Damos vueltas por el casco
urbano intentando pasar la tarde como podamos. Accedemos al minúsculo puerto y
a la praia Pequeña que se encuentra casi solitaria. El pueblo nos sorprende por
lo grande que es.
Praia pequeña
Decidimos cenar ligero. Compramos empanada gallega y fruta, y nos acercamos
a comerla al albergue. Los jóvenes murcianos están comiendo un menú preparado
que les han comprado las adultas. La verdad es que no hubo mucha conversación
con ellas. Todavía les falta el punto de peregrinaje que te da confianza y
solidaridad con cualquier peregrino. Esperando al hospitalero nos dan las 10 Pepe consigue una especie de credencial para
el hombre de Tánger, que pasa el dictamen favorable del hospitalero. Así que
sin que él se de cuenta se convierte en “peregrino”. La verdad. El primer
peregrino marroquí y de religión musulmana con el que he coincidido.
Rayando las 11 me voy a la cama, no sin antes darme repelente de mosquitos.
He visto algunos. Sé , por experiencia que les gusta mi sangre.
MIÑO-PUENTE PRESEDO.
21 de Julio del 2015 (Martes)
Cuando casi todos se han ido nos levantamos nosotros. Solo queda en las
literas la familia francesa. Querrán que la niña descanse. Desayunamos en el
primer bar que encontramos. Lo de siempre. Un escueta café con leche.
A la salida de Miño, detrás de una verja encontramos un eucalipto de
grandes dimensiones que no pudimos resistirnos a ver, tocar y fotografíar.
Eucalipto a las afueras de Miño
El camino sigue por carretiles
asfaltados y zonas boscosas. Abandonamos
el mar que ya no volveremos a ver. Hasta Betanzos hay mucho asfalto. Por el
camino vamos viendo a algunos peregrinos que no habíamos visto antes, pero que
coincidiremos con ellos, como en toda peregrinación.
A las 12:30 llegamos a Betanzos. Se entra por la parte vieja, por una
puerta al lado de un puente. En vista de lo pronto que es y viendo que hay
autobuses cada hora a Ferrol, decidimos volver a Ferrol para acercar el coche a
Betanzos. Una idea un poco extraña, pero que nos hará ganar tiempo cuando
terminemos la peregrinación. Ya en Ferrol cogimos el coche y lo acercamos a
Betanzos y aparcamos en la zona de la ría. Con las mochilas al hombro comemos
un plato combinado en el último bar antes de salir de la población.
A media tarde alcanzamos a las
murcianas en el mismo momento que llegamos al albergue de Puente Presedo. Está lleno de gente que no habíamos visto
antes. No hay una litera libre. Llamamos a la hospitalera que nos dice que
habilitará una zona anexa con colchonetas. Como no hay otra alternativa en las
cercanías lo asumimos.
Esperando
con las mochilas abiertas
Deshacemos las mochilas en la calle e intentamos ducharnos. A mí me resulta
imposible: o me cocía de calor o me congelaba. No hay término medio. Medio
duchado metemos las mochilas en un rincón del albergue y vamos a refrescarnos
al único establecimiento que hay en dos o tres kilómetros a la redonda. Es un
mesón-museo con muchos cuadros con motivos medievales. En un ambiente agradable,
mientras tomábamos las ya clásicas ESTRELLA GALICIA, entablamos conversación con algunos peregrinos. Allí fueron apareciendo los 5 italianos (de
Roma para ser más concretos), con los que echamos unas risas porque siempre nos
veíamos o en albergues o en bares. Aparecieron dos ciclistas de Madrid, que
informados de la falta de sitio en el albergue habían decidido dormir bajo las
estrellas. Y una peregrina madrileña de unos 40 con unas piernas fantásticas.
Con la que hablamos un buen rato.
Volvemos al albergue con la promesa de regresar para cenar algo. La
hospitalera aparece sobre las nueve. Sellamos y nos instala en un departamento
aparte. Una sala multiusos con muchas
ventanas al lado del dormitorio. Las de Murcia en un lado y nosotros en otro.
Extendemos colchonetas que, gracias a Dios, no son muy duras. En el fondo
pensamos que tenemos suerte. Allí vamos a estar más cómodos que en el
dormitorio abigarrado de literas en el que duermen los demás. A eso de las 9:30
volvemos al mesón para cenar, no sin antes avisar a los demás peregrinos que no
cerraran la puerta que volvíamos pronto. Cenamos rápidamente y sin pasión. A las
10:20 estamos de regreso en la puerta del albergue. Fatalidad. Está cerrado.
Los improperios que soltamos se oyen bien claros. El peregrino que tiene la
llave, no solo no nos la dejó sino que ha cerrado. Damos unos golpes en los
cristales del dormitorio y enseguida vemos que alguien salta de la litera para
abrirnos. La morena de las piernas fantásticas. Agradecidos, casi le damos dos
besos cada uno. En silencio cruzamos el dormitorio y llegamos a la sala de
colchonetas. Murcia también esté durmiendo.
PUENTE RESEDO-MESON DO VENTO.
22 Julio del 2015.
(Miércoles)
Cuando nos levantamos Pepe y yo, el albergue está vacío. Como no hace el
calor mesetero no vemos la necesidad de madrugar. Solo están dos parejas de
portugueses que son los custodios de la llave. Seguro que son los que nos
cerraron el albergue.
Con la mochila al hombro llegamos al mesón para desayunar. ¡Sorpresa! Casi
todos los peregrinos están allí. Incluso las amigas de Murcia, que siempre se toman el desayuno con mucha tranquilidad.
Nosotros a nuestro café con leche y sobre y medio de azúcar.
El camino se hace ameno. Discurre por zonas boscosas. Pasados unos
kilómetros en los que vamos dejando atrás a algunos peregrinos, excepción hecha
de los portugueses que se nota que están curtidos, llegamos a Casa Julita. Es el
último sitio para aprovisionarse, o para tomar algo. Mientras lo tomamos y vemos
pasar peregrinos, Pepe empieza conversar
con los clientes sobre “las pensiones”. Haciendo gala de su habilidad verbal
les suelta una chapa. Yo río para mis adentros.
Empieza luego una dura subida que se prolonga por un buen rato. Casi al
final de la subida encontramos a un peregrino que descansa. No le damos más
importancia al encuentro que 4 frases y los consabidos ánimos.
Seguimos andando sin prisas. La epata es corta. Llegamos al albergue de
Hospital. Situado en un paraje apartado, el arroyo que pasa al lado le da un
toque bucólico. Está abarrotado de gente que espera para sellar la credencial y
tomar posesión de la litera. Probamos suerte y nos ponemos a la cola. Al poco
llega un taxi con el peregrino que encontramos descansando. Nos cuenta que es
diabético y que en la subida se le disparó el azúcar. Ahora entendimos el
porqué de una ambulancia que vimos. El médico le ha aconsejado descansar y
abandonar el camino. Pepe le aconseja que primero descanse y luego valore.
Mientras conversamos con él, un jovencito se nos adelanta en la cola. Viendo la
candidez del joven no dijimos nada. Pero
la candidez desaparece cuando va a sellar y saca siete credenciales. Resulta
que es del grupo de boys scouts catalanes. Cuando nos toca el turno solo queda
un sitio. Optamos por sellar y ceder el lugar al peregrino diabético, que no
está en condiciones de buscar donde dormir. La hospitalera nos comenta que en
el pueblo de Mesón do Vento, apenas a poco más de un kilómetro, hay algunos
hostales y alojamientos. Optamos por ir allí. Las amigas de Murcia van a seguir
unos kilómetros más.
Mesón do Vento es un pueblo lineal que se extiende por la carretera general.
De ahí las posibilidades de alojamiento. Nos acercamos a un hostal que teníamos
apuntado. No hay sitio. Preguntando llegamos al bar “La ruta”, que después de
pensar un rato nos ofrece habitación doble por 40 euros o dos individuales por
20 euros cada una. Con desayuno incluido. Ante esta alternativa optamos por las
individuales. Decir que echaba de menos el albergue sería mentir. Me incomodan
los albergues abarrotados.
Aseados bajamos al bar y comemos allí mismo. Siesta y visión del Tour de
France. Lavado de ropa posterior. En una tarde sin nada que hacer no salimos de
las habitaciones hasta pasadas las seis. Después llenamos las horas con la
rutina de pasear por todos los rincones del pueblo y entablar breves
conversaciones con los peregrinos que encuentras y que no conoces. Excepción de
los romanos, con los que ya nos saludamos con naturalidad. Llegada la hora de
cenar optamos por un establecimiento que ofrece tapas. Pedimos zorza (especie de
picadillo adobado) que resulta muy salada; patatas fritas que son de las
congeladas y calamares fritos también de los congelados. En fin, que acertamos
de pleno. Desaconsejamos a unos peregrinos de al lado la zorza, pero no nos
hicieron caso.
Visto lo cual decidimos que lo mejor es ir a dormir. Cosa que hacemos
enseguida.
MESON DO VENTO-SIGÜEIRO.
23-07-2015. (Miércoles)
Durmiendo solo en la habitación me despierto tarde. Pero a las 8:20 ya
estamos andando. El día claro, sin nubes. El camino, hoy, con sombras, alterna
carretiles, caminos y corredoiras. Se ven muchos peregrinos. Ayer por la tarde,
en Mesón do Vento ya se veían muchos peregrinos deambulando. La cercanía de Santiago se presiente. Curiosamente
a media mañana vemos a una peregrina joven (¿17 años?) que resulta que es de
Puerto Rico. Hace el camino con sus padres que se habían quedado atrás en una cuesta. Conversamos con ella por espacio
de dos kilómetros y seguimos nuestro ritmo. (Los primeros puertorriqueños que
veo haciendo el camino).
Los últimos kilómetros son por una pista recta interminable. En medio de
ella nos encontramos a nuestras compañeras murcianas, que ya con confianza
entablan enseguida conversación. Seguimos y como a unos dos kilómetros antes de
llegar nos encontramos a un paisano a la
sombra de la parada del autobús. No teníamos intención de parar, pero
ante la insistencia del señor y la cercanía del final optamos por sentarnos con
él. En plácida conversación nos percatamos que el paisano, ya mayor y que vive
al lado del camino, se entretiene las mañanas saludando y hablando con los
peregrinos que estén dispuestos a escucharle. De suyo no deja escapar ninguno.
Le propusimos que estaría bien tener unas cervezas a mano para los peregrinos
sedientos, o por lo menos un poco de agua. Después de una recta de 7 kilómetros
sin avituallamiento posible, seguro que muchos paran sin poner pegas.
Seguimos camino informándole de toda la gente que viene detrás (murcianos,
Portorriqueños…) Entramos en Sigüeiro con calor y con mucho tráfico por la
nacional. Cerveza y comer en restaurante Mirás (desde 1923) La merlucita está poco echa.
Al lado está el hostel en el que cogimos dos habitaciones sin baño por 10
euros cada una.
Con toda la tarde por delante intentamos ir a Betanzos a por el coche, pero
no tuvimos éxito. Habría que ir a Santiago y desde allí a Betanzos. Y Solo nos
garantizaría estar de vuelta a las 9 o las 10 de la noche.
Por la tarde la rutina turística. En un bar al borde del río entablamos
amigable y amena conversación con un matrimonio de Plasencia que habíamos
adelantado por la mañana. Después de
casi dos horas de palique y llegando la hora de cenar nos separamos. Pepe y yo
habíamos hecho promesa de comer pulpo y así lo hicimos en un mesón un poco
escondido. El pulpo, muy bueno y un trozo de empanada de almejas entran
agradecidos en el estómago. Para terminar, un exceso. Pedimos un chupito de
orujo de hierbas y nos dan casi un vaso. Todo a un precio razonable. Contentos
por el copazo nosvamos a dormir. El aire huele a quemado. En las proximidades
hay un incendio.
"Chupito"
SIGÜEIRO-SANTIAGO. 24-07-2015 (Viernes)
Los portazos de las habitaciones de al lado me despiertan. ¿Por qué la
gente tiene siempre tan poco cuidado? El cielo está gris y anuncia lluvia.
Desayunamos y nos ponemos a andar.
Sigüeiro. Ultima etapa.
Enseguida empieza a lloviznar. Te
paras y sacas la capa de lluvia que has dejado a mano. Te la pones. Todo un
rito. Para la llovizna. Te la quitas. Te la pones. Te la quitas. Según el
dictado de la lluvia. Así varias veces. Al final optas por dejarte mojar
sabiendo que te sacarás más tarde.
El camino se acerca a Santiago por un polígono industrial del que se aleja
en alguna variante. Variantes aconsejables porque transitan por caminos muy
bonitos. En el restaurante del polígono encuentras a numerosos peregrinos que
apuran sin prisas sus consumiciones. Entre ellos el matrimonio extremeño de
ayer.
Entras en Santiago por barrios periféricos. Te juntas a decenas de peregrinos
del camino francés, que se convierten en centenares al llegar al centro. Las
afueras de la catedral están abarrotadas. Hay que añadir miles de turistas.
Mañana es Santiago. A mí este panorama me resulta muy incómodo.
Intentamos entrar en la catedral, pero la cola para hacerlo es muy, muy
larga. Se pierde entre las calles empedradas. Optamos por ir a la plaza del Obradoiro.
La fachada de la catedral en obras.
Entre el gentío encontramos a los
romanos con los que departimos en hispano-italiano. Nos damos la
enhorabuena. Pepe y yo, intentamos
encontrar un sitio para alojarnos. Todavía es la una de la tarde. Llevábamos
apuntados dos teléfonos en los que nos dijeron que no había sitio. Santiago es
una ciudad muy turística y siempre te encuentras a mucha gente ofreciéndote
todo tipo de alojamiento. Pues hoy no hay ninguno. Mala señal. Empezamos
entonces, a barajar la decisión de ir a Betanzos.
Nos acercamos a la oficina de peregrinos a sacar la Compostela. Mucha gente
esperando. Decidido. No sacamos la Compostela. Allí encontramos a las amigas de
Murcia. Nos felicitamos, nos abrazamos y nos deseamos lo mejor. Ellas habían
reservado hace días. Nosotros vamos siempre a lo que salga. El autobús a
Betanzos sale a las 6. Tenemos tiempo de sobra. Callejeamos un poco por las
calles rebosantes de personal. Cervecita. Comemos un menú del día barato. Y tranquilamente
nos acercamos a la estación con tiempo suficiente para comprar billete.
Comprado, nos damos cuenta que tarda en llegar a Betanzos, hora y media. Hemos
comprado en Alsa y primero va a La Coruña para luego retroceder hasta Betanzos.
Porca miseria.
Llegados a Betanzos buscamos el albergue. Le explicamos un poco por encima
al hospitalero nuestra situación y no hubo inconveniente en pernoctar. La
verdad es que es un albergue bueno, muy bueno. Tomamos posesión de litera en
una sala espaciosa en la que solo están ocupadas unas pocas camas. Hecho el
aseo, hoy no hay que hacer colada, salimos a la calle a buscar el coche y a
cenar algo. Cosas de la vida. El coche lo dejamos al lado de la puerta de la
ciudad en la orilla de la ría. Lo buscamos y no lo encontramos. Recorremos toda
la ría preocupados. Después de un rato largo logramos encontrarlo. Resulta que
la ciudad tiene dos puertas casi iguales. Salimos a buscarlo por la incorrecta.
Aliviados, cenamos en un local al lado del coche. Unas raciones con las siempre
presentes ESTRELLA GALICIA. Cenados, alargamos el paseo hasta que dan las diez
y cierran el albergue. Curiosamente mientras algunos cenan, se crea un buen
ambiente peregrino, del que apenas hemos tenido en nuestra peregrinación. Del
que participa también un inglés con su hijo de 13 años. Algunos nos preguntan
sobre lo que les espera hasta Santiago. Les contestamos con sinceridad. Un
camino interesante y asequible. En algunos momentos hermoso. Excelentemente
señalado. Para tomárselo con calma. Lo malo es la época.
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