- ¡Jodeeerr...!
El exabrupto salió por la ventanilla y su sonido voló por los alrededores...
El paisano, con la boina calada que tapaba sus canas de sesentón, detuvo su bicicleta de medio siglo al lado del vehículo. Levantó la barbilla en dirección al viajero que seguía peleando con la nuez:
- ¿Es suyo ese árbol?
- No...
- ¿Lo ha plantado usted?
- No...
- Y si no es suyo y no lo ha plantado: ¿Por qué coge esa nuez?
- Porque estaba en el suelo.
- Ya, pero, si no es suyo el árbol... ¿por qué coge usted esa nuez?
- ¡Pero si era la única!
- Pero no es suyo el árbol ¿verdad?
- ¡Que solo es una nuez, que estaba abandonada, que se iba a pudrir!
- ¿Pero la nuez era suya o no era suya?
...
El viajero, estupefacto, se queda con la boca abierta. La nuez le quema como una brasa en las manos. Sale del coche y soltándola la da un puntapié que la manda cincuenta metros más allá, sobre los campos de labor.
- ¡A tomar por culo la dichosa nuez!
Y montando enfadadísimo en el coche arranca al instante.
El paisano, aún de pie sobre la bicicleta, le grita mientras se incorpora a la carretera:
- Bueno, pues si usted quería nueces, yo le puedo vender...
Anécdota sin pizca de exageración. Me recuerda a la mentalidad nacionalista. Esa que dice que el foráneo nos roba, aunque sea las sobras de las sobras.
ResponderEliminarNo me extraña que ese pueblo, Sedano, a pesar de las posibilidades que tuvo, esté de capa caída.
Bien lo has de saber tú pues fuiste quien me lo contaste.
EliminarA mí no me parece que la anécdota tenga que ver va con el nacionalismo sino con una mentalidad ligada al terruño y égida por códigos antiguos... ¿Sabes que una vez tu madre hace unos ochenta años fue castigada por el alcalde de su pueblo, Ayuela, por coger un puñado de garbanzos verdes para picotear?