viernes, 4 de noviembre de 2016

Una palabra y mil imágenes - 20: Impotencia

"SOS, help me. SOS, help me. SOS, help me..."

"No tengo mandíbula, no tengo boca, no tengo lengua, no tengo ojos, no tengo nariz, no tengo brazos, no tengo piernas..."

"SOS, help me. SOS, help me. SOS, help me..."

"Por favor, mátenme. Se lo suplico: mátenme. No puedo sufrir más tiempo esta terrible

impotencia."



Johnny cogió su fusil (Johnny got his gun) es el título de una novela antibelicista del escritor y director estadounidense Dalton Trumbo. La obra, inspirada por la contemplación de un soldado americano desfigurado por una explosión en la primera guerra mundial, fue escrita en 1939 y su título (que sugiere una apología de la guerra y una llamada los jóvenes estadounidense a participar en ella) pertenece a una canción del cantante nacionalista George M. Cohan en la que anima a cualquier joven
patriótico a tomar las armas y defender a su país. Trumbo toma esta frase y la termina:
- ‘Johnny, toma su fusil... y va a la guerra... y vuelve mutilado para siempre"

El director filmó esta película basándose en su propia novela. El film plantea una postura claramente antibelicista y se posiciona claramente a favor de la eutanasia. 
Resultan escalofriantes las escenas en blanco y negro (la situación de postración de Johnny en el hospital está rodada en blanco y negro, mientras que sus recuerdos como persona "entera" se muestran en color). La voz en off del protagonista hablando para sí mismo y expresando su angustia y creciente frustración resulta desgarradora y produce una profunda desazón en el espectador. En su estado los rutinarios procedimientos hospitalarios para con el enfermo alcanzan una dimensión extraordinaria. Entendemos entonces algunas acciones aparentemente amorales: el deseo de suicidio, la postura del sacerdote negándose a sugerirle confianza en Dios, la masturbación que le realiza una de las enfermeras... y las aceptamos compasivos.

La incomunicación, el aislamiento, la impotencia en suma; parecen romperse por un momento cuando consigue (usando el código morse con movimientos de su cabeza) comunicarse con los especialistas que le atienden. Pero su mensaje, desesperado y contundente, resulta un incómodo llamado a sus conciencias: ¡Mátenme!, ¡Mátenme!, ¡Mátenme!...

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