jueves, 31 de marzo de 2016

Todos con el dedito


Escucho al teléfono a mi madre de 92 años enfadada, realmente enfadada: -No se puede contar ya nada nuevo -me dice- , todo lo sabéis. ¡Como estáis siempre "con el dedito"...!

Y, desde su perspectiva, tiene toda la razón. Los diez minutos diarios de charla con su hijo mayor, en la lejana Guadalajara, se vacían de contenido si no tiene algo que contarme, si no puede dar un parte de novedades con que llenar la conversación:
- ¿Sabes que tu hermano estuvo en el concierto de tu sobrina?
- Sí, mamá. La vi tocando con la orquesta en una foto que me enviaron. El director casi la tapaba. Menuda orquesta, lo menos de treinta músicos...
- Pero.. ¿Cómo te han enviado esa foto? Yo ni siquiera la he visto...
- Con el whatsapp mamá.
- ¡Vaya no puede decir uno nada, ya lo sabéis todo! ¡Y mejor que yo! ¡Ya no puede una ni hablar!

Su humor se agría un poco más si le cuento después que, además, la vi en un vídeo y que tocó de maravilla. Al final, acabo callándome muchas cosas por deferencia, pues podría hablarle de sus actividades del día a día que, mediante continuos mensajes, van publicando mis hermanos; o de las noticias de otros familiares y amigos que en los distintos grupos desgranan novedades y cotilleos.

Claro que, en contrapartida, es la que más conversa "en directo", poniéndose de mil demonios cuando está hablando y algún hijo o nieto se abandona un momento a "tocar con el dedito" la pantalla de su móvil dejándola con la palabra en la boca.

Ya el colmo le llegó cuando compraron un móvil a su consuegra. Esta no tardó en aprender los rudimentos del aparto y el manejo del conocido chat. Entonces llegó el acabose. Cuando se encontraban la buena señora echaba mano del aparatito y se aplicaba a enseñarle fotos de hijos y nietos y a leerle los mensajes. Mi madre, educada, no la despedía con cajas destempladas; pero no se privaba de comentarle amargamente lo que le parecían estas nuevas formas de comunicación.

Pero empezó a sentirse discriminada. El adaptarse a los nuevos tiempos le resulta muy difícil ("No pongas leyes nuevas en casas viejas", era uno de sus refranes favoritos). Ya le parecía lioso el manejo del teléfono fijo con sus teclas de volumen, de menú y rellamada y ponerse ahora a aprender los rudimentos de las nuevas tecnologías se le hacía impensable. Con todo, aprovechando una tablet que se nos había quedado obsoleta, estas vacaciones le abrí una cuenta en whatsapp para manejarla desde allí, vía internet. Teniendo un fijo, como es el caso, no presenta problema. Así podría al menos cacharrear un poco, al menos con nuestra ayuda mientras estamos con ella.

Para mi madre el mundo es un pañuelo y en las cuatro esquinas encuentra gente conocida. Le ocurre en su pueblo y pueblos de alrededor donde, cuando va, empieza a visitar y preguntar por gente de sus años mozos encontrado siempre algún amigo o familiar compartido. Le pasa también en el barrio, donde atando cabos, aparecen relaciones impensables para mí. ¡Le pasa incluso cuando va de vacaciones a lugares tan lejanos como las Islas Canarias o la costa levantina, donde acaba encontrando siempre algún conocido común, entre empleados o clientes de los apartamentos! Así que el día que instalamos el programa no tardó ni diez minutos en recibir una llamada telefónica (vía whatsapp) que nos sobresaltó a todos (la tableta no tenía tarjeta SIM así que nadie esperaba un tono de llamada apremiante. Rápidamente apretamos el botón de contestar y, de inmediato, sonó la voz de una tal "Margarita" que desde Galicia solicitaba hablar con mi madre. Nos quedamos de piedra. Mi madre tomó la tableta en las manos como si fuera una bandeja, sin saber muy bien cómo se  hablaba por aquel teléfono tan plano y delgado. Estuvieron charlando entrecortadamente un rato, pero las interrupciones se hacían continuas por la mala cobertura de la wifi, así que tomé el aparato y, muy despacio, le dije a su interlocutora que mejor llamara directamente al teléfono fijo. Así nos enteramos de que al abrir su whatsapp su libreta de direcciones le informó de que mi madre se había unido a la comunidad digital.

Sorprendidos por la rapidez con que relacionaba los contactos el programa cada uno de los presentes envió algún mensaje de bienvenida y yo me dispuse a explicarle muy despacito los rudimentos para que lo manejara poco a poco. Entonces la batería se nos agotó y el cargador, para más "inri" se nos había quedado en Guadalajara. Dejamos de nuevo a mi madre a dos velas. Seguiremos intentando el reto digital. Esperemos que no nos tiemble el dedo.

lunes, 28 de marzo de 2016

Pallantia


Te contaré un secreto: a falta de santo, que ningún San Jesús hubo que llegara a ello hasta hace bien poco pues ese nombre era considerado blasfemia, yo cumplo años dos veces: una por lo civil y otra por lo natural.
Todo ocurrió  por ser mis padres muy  pobres, y despistados. Tras el parto en el Hospital Provincial olvidaron inscribirme en el registro en su momento y ello les obligó luego a mentir sobre mi fecha de nacimiento. Tuvieron que declarar que fue dos días después de la fecha real, para no pagar la pequeña multa que les hubieran impuesto (pequeña para la mayoría, pero grande para ellos). Así, ante la doble gloria del 12 de octubre, fiesta nacional y de la Virgen del Pilar, tengo la íntima (y secreta) satisfacción de mi aniversario real el 10 de octubre donde mi cuerpo sabe que me alineo de nuevo con el sol y los planetas de mi nacimiento.
Nací en Palencia, con P. Lo aclaro porque el cincuenta por ciento de las veces que lo digo, lo confunden con Valencia, ciudad de más renombre por múltiples motivos. Palencia, sí, la humilde ciudad castellana de apenas 82.000 habitantes, antiguo poblado ocupado por las tribus celtíberas de los vacceos, y cuyo topónimo corresponde seguramente a ser un "cerro amesetado".  Palencia posee una bandera morada participando así de el clásico error de atribuir el color morado a las banderas carmesí de los antiguos pendones de Castilla. Hoy se sabe que el morado resulta de una degradación natural de los tintes que se empleaban entonces para conseguir el encarnado o gules de los pendones. Su escudo, cuarteado, tiene en cuarteles opuestos sendas torres (representando al condado de Castilla del que formaba arte) y dos cruces merecidas por la actuación de los palentinos en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.

De su historia antigua guarda algún recuerdo romano como su Puentecilla (puente sobre el rio Carrión). Pero su mayor esplendor legó en la época visigótica, en la que llegó a ser doble sede (de la corte y episcopal). La cripta de San Antolín y la cercana iglesia visigótica de San Juan de Baños atestiguan su importancia en esta época. El la turbulenta Edad Media tuvo mucha proyección en los acontecimientos de León y de Castilla. Entre 1208 y 1212, y a instancias del Obispo Tello Téllez de Meneses, el rey Alfonso VIII de Castilla, estableció una institución educativa que fue la primera Universidad de España denominada Universidad de Palencia o Estudio General de Palencia, recibiendo la aprobación pontificia de Honorio III en 1221 y desapareciendo unas décadas más tarde.

Sus mujeres fueron de armas tomar, literalmente. Ocurrió en 1388, cuando los hombres de la ciudad estaban fuera luchando a las órdenes de Juan I de Castilla que intentaba detener el avance de ingleses y portugueses tras la debacle castellana en Aljubarrota.  En aquel año las tropas del Duque de Lancaster llegaron con intención de saquear la ciudad apretados por los fiascos al aprovisionarse en Benavente y Valderas. Pero las mujeres palentinas se armaron con lo que pudieron y la defendieron valerosamente evitando la sometiera. Es más, en vez de esperar el  previsible ataque de los ingleses se armaron con lo que pudieron y les sorprendieron en el remanso del río Carrión donde estaban acampados a la espera de la segura victoria del día siguiente. Con los pañuelos anudados, los zuecos y los mandiles, blandiendo rastrillos y guadañas, las palentinas forman un ejército insólito, tan extraño que parece algo sobrenatural, incluso tenebroso. Pese a las numerosas muertes entre las mujeres palentinas las tropas del Duque terminaron replegándose. Palencia fue salvada por el arrojo y empeño de sus valerosas mujeres. La campaña del Duque resultó finalmente un desastre y Juan I (siempre prudente y dispuesto a pactar) firmó con él el tratado de Bayona en 1388 donde acordaron el matrimonio de don Enrique, heredero del trono de Castilla, con Catalina, hija del duque inglés y nieta de Pedro I el Cruel por línea materna. Impresionados por la resistencia de las mujeres de Palencia, el duque y el monarca castellano escogieron esta ciudad para la celebración de la boda, que tendría lugar el 17 de septiembre en la catedral de San Antolín. Como premio a su gran valor, Juan I concedió a las mujeres palentinas el "derecho de tocas", permitiéndoles llevar en sus tocados una banda de color rojo y oro, símbolo de la ciudad y que hasta entonces era derecho exclusivo de los caballeros. Hoy en día queda recuerdo patente de ello en la banda amarilla que luce su traje regional.

Su catedral, la bella desconocida, está inconclusa: nunca se han llegado a construir las dos torres que acostumbraban a presentar las catedrales castellanas. El templo actual se asienta sobre una primera catedral visigótica y otra posterior románica.

Durante el s. XVI formó parte, junto a otras ciudades de Castilla, del corazón económico y demográfico del Imperio Español, que "esta es Castilla, que face a los omes e los gasta" como muy bien dijo Alfonso Fernández Coronel antes de morir ejecutado siglos antes. En el s. XVIII llega hasta la villa el Canal de Castilla, impulsado por Fernando VII y Carlos III, una de las mayores obras de ingeniería de Europa en la época. 
En la primera mitad del s. XX la ciudad adquiere importancia en la I Guerra Mundial y la Guerra Civil Española al hacerse importante el abastecimiento de materias primas muy necesarias como harina, lanas y armas. En la actualidad la demografía está en declive. Muchos palentinos emigran al carecer de tejido industrial (si bien es notable la industria agroalimentaria y automovilística, pero nunca respondiendo a las posibilidades que ofrece la provincia; no hace muchos años desde que la harina de Tierra de Campos era embarcada en el ferrocarril para fabricar galletas en Cataluña o el País Vasco, por ejemplo). 

Y este es un breve recorrido panorámico histórico por la ciudad que me vio nacer. Tenía necesidad de realizar una entrada sobre ella, se lo debía. Agradezco a Wikipedia y otras fuentes  parte de los datos documentales que aquí he vertido. 

En esta ciudad pasé la primera semana de mi vida, en la cuna del hospital que, según cuenta mi madre, estaba muy cerca de la fábrica de armas. Luego me llevaron envuelto en pañales a Ayuela donde pasé el primer año de mi vida. Es sorprendente que, pese a ser mi lugar de nacimiento y haber pasado gran parte de los veranos de mi vida en uno de los pueblos de la provincia, la haya visitado tan poco. Apenas recorrí sus calles en alguna ocasión, de paso. La he visitado de nuevo la realizar la ruta del Canal de Castilla. Pernocté en ella a la ida y a la vuelta de esa ruta. Hace un par de días visité el hotel "El Jardinillo", donde estuve hospedado y dejé mi bici en un estrecho pasillo de la plana baja. Aquel hotel fue la opción después de que, preguntando por un lugar económico para pasar la noche, me enviaran al albergue de transeuntes. No, la necesidad no era tanta.  En la actualidad viven en ellas mis tres  primas así que no faltan casas que visitar. Poco a poco la voy conociendo. Su casco histórico, casi completamente peatonal, sus numerosos y coquetos jardines y sus múltiples monumentos son un regalo de cumpleaños, antiguo pero desconocido, que voy abriendo poco.

sábado, 26 de marzo de 2016

Semana Santa en Burgos


El tiempo sonrió el Jueves Santo. Mis hermanos solteros partieron alegres hacia los puertos de Aliva, para pasar el día y llegarse después a Llanes. Sol y nieve para su gozo. Mi hermano casado y mi cuñada acomodaron a mi sobrina para el viaje a Segovia donde pasará los días Santos de la semana en convivencia con viejas amigas. Después viaje a Llanes, pasando por Potes donde estarán estos días junto a mis otros dos hermanos. Su hijo menor, que también marcha para ese pueblo asturiano lo hará con su grupo de scouts al que ha preparado unas rutas por la zona. Ni se verán; Los jóvenes seguidores de Baden Powel estarán a su aire en campo y playa. La acampada esta vez será urbana, en un albergue local. La Semana Santa este año se nos fue a Llanes

Nosotros, en Burgos, celebrándola en la forma tradicional, acompañando a nuestros ancianos padres a los que aprovechamos a ver en fechas como estas: vacaciones y cumpleaños principalmente.

Vengo a Burgos y cada año me da la impresión de que la ciudad ha envejecido décadas. Será quizás el efecto de acompañar a mis padres por las rutas de la ancianidad: paseos a la orilla del río Vena, tardes soleadas en la abrigada plaza cercana, la cita diaria a misa de 12, tardes de telenovela o de procesiones televisadas... Y si hay fútbol, cita obligada en esa cadena para entretener a mi padre con una de las poquísimas cosas que aún le interesan en la vida. Paseo por la ciudad y veo las calles llenas de ancianos que caminan lentos, encorvados.; Asidos a la escasa seguridad de su bastón, apoyados en el brazo algo más fuerte de algún familiar, con la mirada asustada de quién teme no llegar.

Burgos decae. Se convierte cada año un poco más en una ciudad de jubilados y pensionistas. Las iglesias están llenas de viejos. De vez en cuando alguna joven alegra la serie de rostros arrugados en los fila sobre los bancos. Muchas miradas se dirigen a ella con curiosidad. A veces aparecen algunos niños contemplados con envidia y simpatía por el resto de los ancianos feligreses. Las canciones suenan tristes y lentas en los altavoces, en ocasiones es el cura el único que canta... Misas solemnes, Vía crucéis, Oficios, Vigilias... las celebraciones litúrgicas se suceden. Mi madre intenta acudir a las que puede. A veces visita las tres iglesias es los alrededores de su casa.

Al anochecer, en estos días amables, el centro se llena de gente. Hay muchos turistas por las calles y plazas. La Semana Santa Burgalesa tiene cierta fama, sobre todo por el marco incomparable donde se desarrollan las procesiones; la catedral y el Arco de Santa María ofrecen un encuadre difícil de superar. Este año, no sé la razón, descubro un mayor respeto ante el desfile de los pasos (hubo algún año en que incluso alguna moto cruzó por entre los cofrades). Especialmente hermosa y emotiva es la procesión del encuentro con dos imágenes muy realistas: "La Virgen tiene una mirada que su dolor parece que te traspasa con los ojos" -dice mi madre. Pero lo que más me impresiona a mí es la música, sobre todo los tambores con sus ritmos simcopados, y sus repiques ora floridos, ora austeros y graves. Observo que estos años han renovado repertorio la mayoría de las bandas. Aún recuerdo aquella banda multitudinaria de niños y jóvenes del Círculo Católico con sus jóvenes cornetas y sus tambores, casi niños, ataviadas con sus capas blancas con una cruz de Santiago estampada en el pecho. El bramido de los tambores y el petardeo de las cajas era impresionante. Me fascinaba que fueran tan jóvenes y tan disciplinados. Me admiraba la seguridad y maestría de aquel adolescente, director de aquellas centurias, con el brazo en alto volteando la corneta en el aire a golpe de muñeca para marcar la entrada a los clarines al unísono.

Burgos está muy limpio este año. No se ve un papel por el suelo. Y la gente parece más respetuosa y menos crispada. Con calma, relajadamente, se agolpan en el recorrido de las procesiones, en las calles de más ambiente. En los bares y restaurantes no cabe un alfiler. Me imagino, horrorizado, que estos lugares son el sitio ideal para un atentado yihadista. Apartó inmediatamente esta idea de mi cabeza por si este solo pensamiento pudiera inspirar a algún terrorista suicida de paso por esta vieja ciudad. 
Mañana, domingo, volvemos a Guadalajara. La semana que viene retornamos a la rutina diaria. La primavera se ha instalado con antelación en el palco del calendario. De nuevo comienza la función de la vida renovada. 

miércoles, 23 de marzo de 2016

El amor más allá de los cincuenta.


Joven, no tengo nada que envidiarte... el amor a los 50 es más dulce, más sereno... ahora sé muy bien lo que quiero y lo que no.
En el último cartucho apuntaré bien. Tengo fijado hace tiempo el objetivo de la vida. El disparo preparado tantos años no fallará. Pero si me equivoco lo haré a gusto, el fracaso será dulce.

Amor  mío: no te puedo dar mediodías, pero sí atardeceres, el pavo real se quedó en real hace muchos años. Te puedo dar abrazos lentos, besos como brisas, caricias delicadas. Escucharemos música de los 80 con la boca torcida,  con la voz arrastrada: Nena, ¿qué quieres bailar?, Tengo los viejos LP. Pongamos las 33 revoluciones: los surcos están rallados, pero suenan cálidos; cambiaremos el rock por el viejo acordeón,  caeremos enamorados de la moda senior...Tomaremos un triple seco, dejaremos las burbujas. Pondremos el dial en las frecuencias bajas, en los tonos graves...

Igual me gusta la luna, lo mismo prefiero la lluvia, quizás prefiera decirte: no te desnudes todavía...


martes, 22 de marzo de 2016

El árbol de la Ignorancia.




Existe en el Museo Británico un sello sumerio llamado "El cilindro de la tentación". Su fabricación está fechada en torno al 3.500 a.C. Los sellos eran cilindros perforados para poder ser llevados al cuello y girados como un rodillo para imprimir sobre la arcilla blanda figuras en relieve, cuyas dimensiones oscilaban entre los 3 y los 12 cm. de altura y los 2 y los 5 de diámetro. En ellos se representaban escenas variadas de tipo animalístico, religiosos o de interés público. En este caso, se presenta a un hombre y una mujer separados por un eje simétrico, el Árbol de la Vida. Los logros de las civilizaciones de la vieja Mesopotamia no dejan de sorprendernos: Desde el origen del Hombre que atribuyen a extraterrestres, con mediación de mensajeros -dioses- del planeta viajero Niburu, pasando por sus extraordinarios avances sociales, bélicos, arquitectónicos, agrícolas, matemáticos, astronómicos, etc. Gracias a la traducción de sus tablillas de arcilla se va conociendo su historia, religión, gobierno y conocimientos científicos que no dejan de asombrarnos. Ahora se sabe ya con certeza que partes muy significativas de los textos bíblicos (principalmente del Génesis) están muy influenciados o directamente copiados de su religión o sus leyendas: la creación del mundo, la aparición del primer hombre -Adán-, el Jardín del Edén, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, la serpiente, el diluvio universal, la historia de Moisés... No debemos olvidar que los hebreos estuvieron presos en Babilonia durante unos cincuenta años y ese supone dos o más generaciones conviviendo con aquella civilización.

Nuestro sello es enormemente sugerente respecto al mito bíblico de la tentación. Dice la Biblia (Génesis 2:16-17) "Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás." No hay ejemplo mejor del la temor de la religión por el libre conocimiento de sus fieles que este pequeño cuento bíblico. ¡Pero cómo no va a querer el hombre (y la mujer, naturalmente) conocer! ¡Si la curiosidad está insertada en nuestros genes como especie y si, al fin y al cabo, es lo que nos ha hecho crecer y llegar a donde estamos!

Si Dios existe, no puede ser un Dios de los ignorantes. Aquel que acaso nos creó nos hizo curiosos, así que debe desear que investiguemos, conozcamos, busquemos respuestas... Todos los árboles del Jardín del Edén, ¡seguro!, eran Árboles de la Vida, Árboles del Conocimiento del Bien y del Mal, y uno sólo, el de la tentación, el situado en medio del Paraíso, era el Árbol de la Ignorancia.Cuando Eva y Adán comieron de él, se sintieron avergonzados de su desnudez. ¿Por qué? - Porque ya no comprendían.

Yo me presento ante el árbol de la Vida con mis lista de preguntas de respuestas imposibles (no conocidas):
- Necesito saber con urgencia si el mal es realmente necesario. Exijo respuesta para poder administrar perdones.
- Me gustaría saber si es necesario crucificar para salvar. Quizás esto me ayude a entender un poco las Procesiones de esta Semana Santa.
También quiero saber si un niño puede ser malvado. Y, por supuesto, construir un medidor de maldades, pues la ética y la moral cambian con la sociedad, la cultura, la edad, la inteligencia, la enfermedad...

Y tengo otras mil curiosidades, juegos de la verdad casi divertidos:
- Quiero saber si los peces lloran.
- Por qué el abuelo del nuestro más fiel amigo el perro -el temido lobo- tiene tan mala fama siendo como es tan social, afectivo, valiente y cooperante cazador.
- Querría que me explicaran por qué no podemos respirar por la nariz con la lengua fuera.
- Conocer algún método de contar si tenemos algún pelo de tonto (inventar una manera de contar el cabello sería un buen concurso de ideas).
- Por qué siempre va más lenta la fila de al lado en los atascos de tráfico...

Quiero conocer, destripar los objetos de la vida y entender sus entrañas, mirar a los ojos de mis semejantes y comprender sus motivos... Quiero hartarme de manzanas del árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

lunes, 21 de marzo de 2016

Pues a mí me mola.


Soy especialmente sensible al ruido. Grave problema en un país, este, que es el segundo país más ruidoso del mundo detrás de Japón. La insensibilidad de mis paisanos con el daño del ruido me indigna. Voy a contaros algunas anécdotas que recopilé para el periódico de un colegio donde trabajé en Alcalá de Henares, todas ellas ocurridas en aquel curso.

"Un joven circula con la ventanilla abierta. Los altavoces de su coche a todo volumen. La música realmente molesta a todo el mundo (también a él, aunque no parece darse cuenta... en pocos años padecerá una sordera entre leve y media). Le hago un gesto (me tapo los oídos cuando pasa a mi lado...). Él para el coche. Asoma la cabeza elevando el mentón desafiante:
- ¡Qué pasa!
- La música -replico-. Algunos padecemos de los oídos y nos molesta...
- ¡Pues a mí me mola...!
Y se marcha acelerando a modo de provocación."

"Aproximadamente una vez cada semana, durante todo el año, uno o varios aviones militares sobrevuelan Alcalá en nuestra vertical. Muchas veces nos sorprenden cuando estamos explicando la lección. Cesa la charla. Nos quedamos callados hasta que desaparece el ruido de sus reactores."

Finales de otoño, primavera y verano. "Cuando llegamos al cole ya vemos con el rabillo del ojo que están ahí, preparados con su turboventilador para arrastrar hojas y papeles mediante las máquinas sopladoras del ayuntamiento. Pedimos al cielo que, por favor, no se les ocurra hacerlas funcionar cuando estamos en clase (a veces a menos de 10 m.) Es inútil. Se pasarán varias horas regalándonos el petardeo de sus tubos (y nosotros, para nuestra desgracia, sin sus cascos protectores)."

Un día de mayo. 12:10."Un grupo de profesores toma un ratito el aire durante el recreo a la puerta del cole. Una pareja montada en un quad (¿pueden circular estos vehículos por la ciudad?) pasa delante de ellos por la calle San Ignacio de Loyola. El ruido de este vehículo todoterreno de moda es sumamente molesto. Puede que el escape esté trucado pues suena escandalosamente alto. Al pasar a nuestro lado se le hace un gesto: "ese ruido nos molesta..." La pareja de jóvenes que lo conduce nos mira sorprendida. Siguen sin hacer caso y nos dedican varias vueltas más de regalo ante nuestras narices con motor zumbando a tope. Y una sonrisa provocadora de postre..."

Varias tardes de abril, sobre las 4 de la tarde."En las pistas de la Chana un grupo de chicos aficionados al modelismo prueban un modelo de coche de fórmula 1 a gasolina. El motor zumba nervioso. Están entusiasmados con su modelo. Nosotros pacientemente cerramos todas las ventanas, las persianas... pero es inútil. El agudo zumbido del escape penetra incluso las paredes... la diversión aún durará 1 hora más."

25 de mayo. Campa de la Chana. Junto a la valla.
"Parece que se aproximan las fiestas de la Chana. El Ayuntamiento envía a sus empleados a preparar el terreno. Los cortadores de césped petardean durante toda la mañana. Nosotros a pocos metros, en clase..."
Son solo unos ejemplos de lo que, sin duda, es una costumbre arraigada. Basta pasearse por los bulevares, entrar en los bares, asistir a una fiesta, visitar una discoteca e incluso mantener una conversación con familiares y amigos. Pese a que pueda parecer yo el intolerante, intento hacer ver a la gente que ese ruido no es saludable, que las conversaciones se pueden mantener a menos decibelios... es inútil. Termino por alejarme del lugar y buscar un sitio más tranquilo donde intento relajarme en soledad.

Muchas veces he pensado en la manera de hacer comprender a los "tolerantes del ruido" lo agresivo que puede resultar su conducta. Incluso he pensado extrapolar esta sobreexposición a otros sentidos, a ver si me entienden. Imaginaba lo que podría pasar si me hacía con un potente flash e iba soltando fogonazos a los ojos de la gente. ¡Oh, sí: pondrían en grito en el cielo! También podría probar a cargar de sal el plato de mi interlocutor gritón con unos diez o doce golpes de salero. O, aliviar mis intestinos, liberando algunos gases en las proximidades de algún grupo ruidoso. O descalzar mis sudados "pinrreles" en medio de un restaurante embarullado... Cuando los enfadados parroquianos se me encararan les replicaría con una amplia sonrisa: ¡Pues a mí me mola!

domingo, 20 de marzo de 2016

Es primavera


La brisa barre los aires viciados del alma. Es la primavera del pensamiento, el mayo de las ideas, la mañana de las flores del espíritu. Una luz vivificadora arranca destellos a la  esperanza. Los trinos llenan el espacio detrás de las hojas. Partículas de vida habitan el aire. Caricias de frescor sobre la piel, cosquillas en el pelo, caleidoscopio de la floresta en el jardín, risas de aves en el aire, caminantes pausados, coches por rígidos caminos, personas por sus azares... Es primavera.



viernes, 18 de marzo de 2016

Memoria de cristal


Entre las fantasías que, desde la admiración y la sorpresa, acaban por hacerse realidad están los cristales de memoria. Ese cristal que, polarizado, admite moléculas orientadas a derecha e izquierda. sería una memoria óptica  excelente para albergar miriadas de datos. Y podría ser transparente. Sólo haría falta inventar el sistema de orientar y leer esas disposiciones. Así llegaríamos a lo que describen tantas películas y novelas como cristales de memoria capaces de albergar conocimientos sin fin  (los cristales que envían junto a Supermán y que se recrean en su "Fortaleza de la Soledad" la novela sobre el superhéroe)

Resulta que, el dominio de la estructuras del cuarzo que describen como una fantasía más en la novela y otros cristales minerales a modo de libros, es una teoría que actualmente se contempla muy seriamente en la Tierra. Estos cristales perfectos pueden albergar ópticamente billones de datos. En la Universidad de Southampton (Reino Unido) ya se está experimentando con dispositivos de memoria basados en cristal. Al parecer los cristales son sometidos a la acción de un haz de láser que reorganiza la estructura celular, creando pequeños puntos de luz que pueden ser leídos de una forma similar a como se hace con la fibra óptica. El resultado es un cristal levemente opaco que polariza la luz conforma esta lo atraviesa.  Un detector óptico puede extraer luego la información. Sus ventajas los harán imbatibles: en el cristal equivalente a la pantalla de un móvil cabrían 50 Gb, su tiempo de vida sería muy superior, además de impermeable y resistente a altas temperaturas (podrían permanecer intactos durante 13.800 millones de años a una temperatura de hasta 190 ºC, aunque son capaces de superar temperaturas extremas de hasta 1.000 ºC)

Asistimos fascinados a la materialización de muchas de las propuestas y fantasías de la ciencia ficción. Son muchas las novelas y películas que utilizan cristales de memoria. Incluso podemos encontrar mitos y leyendas ancestrales sobre cristales de mágicos poderes: desde la "piedra solar" de los vikingos (que les permitía ver localizar el sol en los días nublados), a la bola de cristal (que permite ver donde la vista no alcanza en el tiempo y el espacio) hasta los fantásticos poderes de las gemas (desde emitir rayos, concentrar energía, ejercer poderes hipnóticos, etc.) Incluso hoy en día existen muchas terapias basadas en el poder de las gemas. Después de reducidas por las mentes analíticas al plebeyo rango de pedruscos, resulta que el potencial de los cristales se está demostrando cierto. Quizás debiéramos tener más en cuenta los cuentos de hadas; a lo mejor hemos de mirar con otros ojos las fabulosas leyendas de los mitos.

jueves, 17 de marzo de 2016

gatacca


Está al caer. Apenas tardará unas decenas de Premios Nóbel. El escáner genético y su interpretación sobre nuestras enfermedades, personalidad, tendencias... pronto llegará. Entonces nuestro carnet de identidad incluirá un chip con la transcripción del contenido de nuestro ADN, un código "gatacca" (guanina, adenina, timina, citosina, citosina, adenina...) en cadenas compactadas de 23 pares de cromosomas). Con ese corto abecedario de nucleótidos (cinco letras si incluimos el uracilo) se construyen, desde que la vida es vida, todas las proteínas del ser humano, tod su cuerpo carnal. Toda la información de "nuestro proyecto" personal, todas la directrices biológicas de nuestros 27.000 genes caben holgadamente en un lápiz de memoria de apenas 3 Gb.
Nuestro código podrá ser leído por todos, estará a disposición de nuestros médicos y también, me temo, de las autoridades o de hackers expertos en sacar partido de hurgar en los entresijos ajenos.
Llegará un día en que sobre la pantalla de un ordenador un puntero de futuro recorrerá nuestro ADN seleccionando, cortando y pegando;  después en un proceso totalmente automatizado nuestro cuerpo podrá alterarse: ser reparado, modificado, utilizado... y con nuestro cuerpo, también la memoria, la inteligencia, la voluntad y quizás el alma (que seguramente también tendrá su gen).
La posthistoria habrá comenzado. La lectura y escritura del libro de nuestro genoma dará paso a una nueva era de la humanidad. Los ángeles y los demonios se encargarán a voluntad. Podremos vivir vidas infinitas. Podremos traer el pasado hasta el presente y resucitar animales increíbles. Podremos adelantarnos a nuestro futuro y prevenirlo, cambiarlo y crearlo desde el presente. Podremos crear el superhombre.  

Entonces el hombre futuro, el superhombre, querrá jugar a ser Dios. Quizás le de por añadir una letra más al código genético, algún nucleótido experimental. Con el nuevo alfabeto ampliado creará quimeras, seres impensables... Acaso con su escritura equivocada, con su lectura dislexia del código de la vida, genere el monstruo que le destruya.

Y después, la carne se descompondrá y el polvo volverá al polvo.

El mejor médico es el que te mata


Aquel pobre hombre, enfermo terminal, peregrinó de galeno en galeno intentando encontrar remedio para su mal inevitable. En su largo peregrinaje encontró eminentes doctores que le aconsejaban, que le prescribían caras y novedosas medicinas, que le operaban con esperanzas... Pasó así muchos años. Los médicos no le curaban, pero las consultas eran numerosas y parecía estar en excelentes manos. El pobre enfermo admiraba a aquellos doctores tan amables y seguros, les tenía en la cumbre de la sabiduría, en el pedestal del poder. Pasaron los años lentamente y su estado empeoraba. En su alma asustada daba gracias a Dios por aquellos profesionales que parecían robar días a la muerte. Es cierto que le costaban un riñón: el sano, pues el otro estaba ya fuertemente afectado por la enfermedad; es verdad que los tratamientos e ingresos en clínicas caras se multiplicaban, que la demanda de pruebas ocupaba una lista interminable y todas con costosos aparatos de última tecnología... Tan patente era que su holgado capital fue menguando hasta quedarse sin nada. Hubo de dejar las caras consultas, posponer las pruebas impagables y, finalmente, como cordero llevado a degüello ingresar en la sanidad pública. Allí hubo de hacer cola en las consultas, como cualquier ciudadano: -Estoy deshauciado - pensaba-. El médico le recibió y examinó sin prisas (la cola se eternizaba), después consultó su expediente largamente. Cuando acabó le miró compasivo y le explicó con delicadeza:
"Usted se muere. Le quedan apenas unos meses de vida. Se lo digo para que se prepare. No le daré falsas esperanzas. Haremos lo posible para que sus últimos días sean lo más apacibles y humanos posible. Cuando no pueda valerse en su casa, le recibiremos en el Hospital y le proporcionaremos cuidados paliativos. Aproveche sus últimos días. Ponga en orden sus cosas y despídase de la gente que quiere..."

El pobre hombre, horrorizado, salió de la consulta desesperado. Se dirigió a su casa y, llorando, se quejó al mal Dios por haberle dejado en manos de un incompetente que acabaría con su vida, que le mataría como a un perro. Pasó un mes entero maldiciendo su suerte, blasfemando de un Dios que se había vuelto cruel con él por su pobreza. Cuando llegó su hora, fue ingresado en una aseada planta de cuidados paliativos. Allí fue cuidado por ambles enfermeras. Recibió la visita de un sacerdote... pero en sus últimos días seguía maldiciendo y blasfemando. En la agonía deseó con toda su alma cuantas desgracias pudo imaginar para aquel médico incompetente y estúpido que le había dejado morir, que le había matado con su impericia. Cuando murió, el rictus del odio se dibujaba en su semblante.

martes, 15 de marzo de 2016

Un puñado de flores.


El día 8 llevé tres narcisos a la clase. Dos para mis compañeras que fueron entregadas por mis alumnas dentro de dos usados vasos de café y una para mi clase que después prometí a una de las alumnas, embarazada. Algo celosillas, las compañeras protestaron porqué a ellas les traía una flor. -¡No tengo tantas flores -exclamé-. Mi pequeño jardín quedaría arrasado...Pero prometí parar en alguna cuneta, arrancar un puñado de florecillas y traérselas. Un ramillete de margaritas blancas y amarillas, doradas, petalosas...
Así que, a pocos días de comenzar la primavera, circulo por la comarcal ojo avizor a las cunetas, donde la carretera hace de vierteaguas y riega las orillas dejando un reguero de flores.
Me gustan los caminos con sus costados en flor: malvas, margaritas, dientes de león, crocus, amapolas, pequeñas campanillas... Me fascina la humilde belleza de lo pequeño, la que te obliga a detenerte y a agacharte para percibirla. La que invita a la mano a sentir diminutas caricias, la que juega en los ojos con diminutas explosiones de color, la que se adentra, perfumada, suavemente por la nariz inspirando aromas de tomillo y manzanilla, la que se acompaña del zumbido de  las abejas que revolotean zigzagueando entre las flores, la del sabor a mora y a frambuesa...  

Se acerca la primavera. Lo dicen las primeras flores, los bulbos que asoman sus dientes sobre la tierra; los campos que se adornan con alfombras de verdes lazos. El cambio de estación ya está aquí. Se va un invierno que no llegó. Llega la esperada, la deseada, la nueva estación. El cuerpo nos pide flores.

lunes, 14 de marzo de 2016

Soy maestro


"Soy un fracasado, un incompetente, un cooperante trasnochado, un iluso moralista, no soy rico, soy un idealista improductivo, un asceta incomprendido, me consideran vulgar en mi vestimenta, amante de las horas serenas, aborrezco la obsolescencia, me declaro un perdido sentimental, comparto lo poco que poseo, tengo cien mejillas para poner ante las sucesivas bofetadas… soy maestro"
(Comentario sobre este Texto de referencia.)



viernes, 11 de marzo de 2016

11-M



Hay una historia de cercanías y lugares comunes entre las circunstancias de estos atentados y las vidas corrientes de cada cual.  Paso a menudo, por ejemplo, junto al edifico de la guardia civil completamente destruido  por un coche bomba en Burgos en 2009, tengo familiares que viven muy cerca e allí. También me paro algunas veces, al pasar por la Plaza de la República Argentina, a recordar el atentado con coche bomba al paso de un autobús de la Guardia Civil; era lugar de paso obligado para visitar la  Delegación de Educación que está muy cerca. O bien un escalofrío me recorre el cuerpo al pasar por el Puente de Vallecas y recordar las imágenes de aquel atentado de 1995, cuando acudo caminando a la casa de una vieja amiga vecina de aquel barrio.

El 11 de marzo de 2004, en las primeras horas de la jornada laboral, yo estaba en mi pequeño gabinete de logopedia en el colegio Doctora de Alcalá. La fachada del colegio asoma a la calle Gaceta de Alcalá y tiene el patio en la parte posterior, con una larga valla que lo separa directamente de las vías del tren de cercanías que viene de Guadalajara con direccion a Madrid-Atocha. No muy lejos del colegio está la estación de Alcalá de Henares, junto a la plaza hoy llamada "11 de Marzo". Aquel día transcurría con normalidad. Había pasado ya el primer grupo de alumnos de E. Infantil y, aproximadamente a las 10 h., atendía a la segunda tanda. Estábamos frente al espejo, practicando divertidos juegos articulatorios cuando en ese momento llamó a la puerta una de las profesoras. Venía buscando a uno de sus alumnos. El abuelo del niño, muy alterado, lo reclamaba para llevárselo a casa. - ¡Ha habido un atentado en los trenes! ¡Han puesto bombas en los vagones!... Tratamos de tranquilizar al buen señor: - No se preocupe, hombre. No será para tanto... (en ese momento nadie en el cole tenía noticia de los atentados). Pero aquel abuelo insistía en que le entregáramos a su nieto para llevarlo a casa. Así que dejamos marchar a mi pequeño alumno, un poco desconcertados por el estado de ansiedad de su protector familiar. Pesábamos que exageraba, que quizá chocheara un poco, y casi sentimos pena por aquel niño que tenía que convivir con un abuelo tan medroso. A la hora del recreo, gracias al móvil y a la radio, nos pudimos enterar de la magnitud del atentado. Entonces comprendimos las prisas y la alarma del abuelo. A lo largo de la mañana se presentaron varias personas más reclamando a sus retoños.

Luego, pensándolo con más cuidado, consideré muy justificada la intranquilidad de las familias. En aquel colegio, cuya valla estaba pegada a la vía del tren, una explosión en alguno de los nmerosos trenes que pasaban cada diez minutos hubiera alcanzado con seguridad a algún niño del colegio. Gracias a Dios, los terroristas subirían al tren unos centenares de metros más adelante, con lo que el peligro se alejó en dirección  Madrid.

He pasado muchas veces por el aparcamiento, junto a la estación, donde los terroristas aparcaron su furgoneta kangoo blanca y de la que salieron cargados con las mochilas de la muerte. Incluso habré visto alguna vez al portero del número cinco de la calle Infantado que avisó del extraño comportamiento de los ocupantes y provocó la aparición de la primera pista sobre el atentado.  Muy cerca, en la cafetería, he tomado un café algunas mañanas, esperando la hora de ir al colegio. Otras muchas veces he pasado por la carretera que va desde Morata a Chichón y donde los terroristas tenían una parcela en la que montaron las bombas y activaron varias veces los teléfonos móviles que luego emplearon. La dinamita (goma-2 ECO), la fabricaron en Burgos, en la fábrica que la Unión Española de Explosivos tiene en Quintanilla-Sobresierra, en el Páramo de Masa. Cuando paso por allí, y lo hago a menudo, se nubla mi ánimo al leer el letrero junto a la carretera donde se anuncia el desvío hacia la fábrica. Muchos lugares y recuerdos, como digo, que están asociados a este atentado. Pero ninguno como los que lo vivieron en primera persona, los que perdieron a algún familiar o conocido. A ellos, solo podemos acompañarles hoy, velando su pena, ofreciéndoles el mínimo consuelo de nuestro recuerdo.

martes, 8 de marzo de 2016

8 de marzo


Hace meses que mi trabajo se desenvuelve entre mujeres. Mujeres y solo mujeres: mujeres heridas mujeres castigadas, mujeres sufrientes,  mujeres maleadas por la vida, buenas mujeres... Mujeres de todos los confines del mundo, mujeres de todos los oficios, mujeres madres, mujeres hijas, mujeres esposas, mujeres amantes de hombres, mujeres amantes de mujeres...

Me rodean, me cercan, me interpelan sin cesar... A mí, que desde niño, las sentí lejanas. Yo, que conviví en casa con otros cuatro varones junto a mi madre. Yo, el mayor de tres hermanos pequeños, el estudiante que hasta los 16 años solo tuvo chicos por compañeros en el colegio, el que continuó encerrado entre otros adolescentes tres años más en sucesivos internados. Yo, el que postulaba para una vida de hermandad masculina en una orden religiosa. Yo, el tímido, el que estudiaba para profesor intentando pasar desapercibido en el aula, el que después hizo la mili entre 7000 jóvenes en un lejano y polvoriento campamento de Almería, el que pasaba los días encerrado en aquel barracón de 300 soldados...  ahora estoy rodeado de mujeres.

¡Cuánto tiempo me ha llevado conocer un poco de ellas! ¡Cuántos años de aprendizaje para no pasar de de educación primaria en materia del otro sexo! ¡Qué torpeza para este aprender! ¡Cuánto envidiaba yo a aquellos que tenían hermanas, a quienes tenían el don de hacer amigas con facilidad, a los que atraían a las chicas como la miel a las abejas! ¡Cuántos celos de aquellos que hablaban con las compañeras sin ruborizarse, que sabían hacerlas reír, que conquistaban sus miradas arrobadas...! Ahí estaba yo, envarado, serio, ridículamente formal. Imbuido de temores, advertido de peligros, prevenido de perfidias femeninas, equipado de prejuicios... ¡Con cuánta dificultad tuve que desmontar poco a poco esa estructura misógina que tiene su origen en un cristianismo enfermo!

Y ellas... ¿Cuántas esperaron una iniciativa que no llegaba? ¿Cuántas llegaron a comprender lo que me pasaba: que no sabía las reglas de aquel juego? ¿Cuántas llegaron a pensar que detrás de ese pedazo de cristal se escondía un diamante sin pulir? ¿Cuantas siguieron el juego marcado, en el que me mostraba tan torpe, y donde siempre perdía?  Ahora, que las conozco un poquito más, no puedo volver atrás, no se me permite volver a la casilla de salida.

Hoy, en el Día de todas vosotras:  obligatoriamente trabajadoras,  inevitablemente hijas, a menudo víctimas, frecuentemente madres, generalmente esposas, eternamente amantes, necesariamente luchadoras, bellas en cada estación, siempre fascinantes... mi consideración y reconocimiento. Hoy os doy la mano, compañeras: para ayudaros y para sentir vuestro apoyo. Sabed que os admiro y respeto. No sé si Dios es hombre (lo parece por como lo pintan); pero si pudiera elegir, haría a Dios mujer; las veo más apropiadas para el puesto.  

Esa mula para esta...

Es 8 de marzo. Mi mujer, Charo, celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora comiendo con sus compañeras de trabajo. Cada año se reúnen en algún restaurante de Guadalajara no muy caro y allí ,sin sus maridos, celebran en la exclusividad de su género este día especial. A mí me encanta que se vea con sus amigas del trabajo. Se lo merece y le hace feliz. Yo, por mi parte, voy a celebrar este día señalado contando la historia de una mujer excepcional, una trabajadora incansable, una persona ejemplar.

Nació en Ayuela, un pequeño pueblo del norte palentino hace ahora 87 años. Era la menor de tres hermanos. El mayor pronto se interesó  por los estudios eclesiásticos,  acudió a la preceptoría del vecino pueblo de Barriosuso y llegó a estudiar en León; finalmente acabó casándose y ocupando puesto de secretario en varios  pueblos de la provincia. El mediano, apenas terminada una escolarización elemental, se puso a ayudar a sus padres en las tareas del campo. En casa quedaba la pequeña, menuda y avispada, que compaginaba sus deberes escolares en los que destacaba con ayudar en las múltiples actividades que requería una familia labradora en la década que precedió a nuestra guerra civil.

Era aplicada (aún conserva cuidadosamente sus cuadernos escolares amorosamente realizados con una letra elegante y llenos de actividades y dibujos). Recuerda a menudo a sus maestros que la tenían en gran estima. También recuerda a un tío suyo que era cura y vivía en su casa. Aquel clérigo, de las pocas personas ilustradas de la época, sentía una especial predilección por su sobrina a la que dejó en herencia una preciada máquina de coser alemana Singer de las que había muy pocas por entonces. La moza destacaba, aprendía deprisa y mostraba interés por los estudios. Sólo la obligación de ayudar en casa le impedía estidiar todo lo que hubiera querido.
Cuando estalló la guerra, a mitad de sus primeros estudios, hubo de dedicar mucho más tiempo aún al trabajo en casa. Con su hermano mediano combatiendo como voluntario y sus padres agobiados por la necesidad del momento tuvo que multiplicarse: rellenar los nuevos cuadernos de la escuela  (ahora con nuevos contenidos al estar en el bando nacional), cuidar de los animales, ir a por hierba, cocinar para todos, arreglar la casa, hacer todo tipo de recados, ayudar a los vecinos necesitados... Para ser una muchacha de doce años no le faltaron aventuras: viajar de noche con la mula por caminos y senderos secundarios hasta un pueblo lejano para moler el trigo a escondidas, acudir con la yegua allá donde la necesitaban, salir al paso de un encuentro con el lobo en medio de un camino solitario... Incluso fue invitada por los italianos a un paseo aéreo en un avión de guerra.

Terminada la guerra continuó siendo necesaria en el hogar familiar. Al verla tan despierta, un amigo de su padre, le dijo señalando a la mula de la familia: "Marcial, esa mula para esta. Hazme caso, esta chica vale". Pero aquella niña de entonces, por más que querida y valorada por su padre, era considerada imprescindible en casa. La mula sirvió a fines más perentorios y no pudo, como era su deseo, ser vendida para pagarle una academia en Saldaña. Así que, a la fuerza conformada, continuó contribuyendo con su trabajo a la economía familiar durante muchos años hasta que llegados los treinta y cinco se casó con un buen mozo, serio y aplicado, que trabajaba en el  pueblo pero que pronto sacaría unas oposiciones a agente judicial. De aquella noche de bodas tuvieron un hijo que nació nueve meses después. Permanecieron apenas un año en el pueblo y se trasladaron a Carrión de los Condes, donde el marido encontró trabajo. Allí alquilaron una casa baja y pequeña, y vivieron  durante algunos años mientras venían al mundo dos niños más con intervalos apenas de año y medio cada uno. Así que, la buena mujer, se encontró con tres criaturas que cuidar y atender con un sueldo escaso en la España de la postguerra. Pese a tantas necesidades lograron ser felices. Las vecinas recuerdan con cariño aquella resuelta mujer con sus tres niños pequeños que tenía tiempo para todo y no dejaba de llevarles de paseo a diario por el pueblo o a la orilla del río.

Algunos años después el marido logró una plaza en Burgos. Se mudaron entonces a una vieja buardilla en el extrarradio haciendo equilibrios cada mes para poder vestir y alimentar a su prole. Además los niños empezaban a ir al colegio con los gastos añadidos que supone. Pronto vino el cuarto hermanito, sin un pan bajo el brazo  precisamente. La emprendedora mujer hizo un curso de corte y confección para poder vestir con telas de saldo a sus hijos y aplicó tales recortes al gasto familiar que ni imaginamos en la crisis actual. Incluso estuvo a punto de estudiar por su cuenta unas oposiciones a agente judicial para colaborar con otro sueldo a la economía familiar.  Durante los siguientes cuarenta años su jornada laboral comenzaba con la madrugada y se prolongaba por las noches cortando y recosiendo. Se convirtió en eficiente economista conocedora de los ultramarinos más baratos, experta en gangas, ofertas y saldos. Estaba en el secreto de los lugares donde se vendían recortes de galletas a precio rebajado, sabía de los establecimientos que vendían la carne de ballena más barata, compraba casi exclusiva de alimentos de temporada, pateaba las plazas y mercados siempre alerta a la aparición de rebajas... Su ojo clínico para las compras la hacían muy solicitada por las vecinas que la llamaban cuando necesitaban comprar algo. Aprendió de todo, administró las emergencias con eficacia y nunca faltó en casa de comer, ni sus hijos carecieron de un digno vestido que ponerse, ni su marido echó en falta una camisa límpia cada día; aunque ella misma descuidara su aspecto por mejorar el de los demás.
Siempre cumplió con sus familiares y amigos. Encontró tiempo de donde fuera para visitarles cuando enfermaban o tenía oportunidad. Y, siempre alegre, llevó a sus hijos de excursion a los montes y bosques en torno a la ciudad muchas veces, andando y merendando luego en el campo.

Aún hoy, cuando las fuerzas le abandonan, sigue haciendo la comida y la cena en su casa. Si es visitada se esforzará una vez más en preparar algo especial. Todavía se ocupa de las tareas del hogar aunque muchos días se encuentra muy cansada. Y sigue siendo la encargada de relaciones públicas familiar pues es la más eficiente pese a su vejez.

Ahí sigue causando admiración en quienes la conocen. En el Día de la Mujer Trabajadora puede decir orgullosa que ni un sólo día de su vida dejó  de trabajar. Esa gran mujer se llama Margarita y es mi madre.
Una de sus amigas y admiradora, Hilda, escribió esta nota
en el día de la madre. Inmejorable muestra de sus cualidades
y de los sentimientos que provoca en los que la conocen.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Contra cólera, mansedumbre.


"Que me tenga paciencia"... esa es la petición más frecuente entre mis alumnas. "Que me tenga mucha paciencia, que soy muy torpe para aprender". Y paciencia tengo. Y me lo reconocen.

Dice el catecismo de la Iglesia Católica: "Contra cólera, mansedumbre. Contra ira, paciencia." Y yo me armo de paciencia, emprendo una escalada armamentística de la virtud de la calma. Me provisiono de esperas, me equipo con tranquilidadades, adquiero paciencias de largo alcance, construyo paciencia nuclear... Sepulto el magma de la cólera bajo la pétrea corteza de un durmiente volcán, que un día puede explotar. El vaso de la paciencia también puede desbordarse. Un día me escucharán decir en un tono más alto del acostumbrado: "¡Hasta aquí hemos llegado!" Y quizás, acompañado de un golpe en la mesa, escupa toda la lava acumulada: - ¡La paciencia tiene un límite!, ¡No se puede estar repitiendo tanto las cosas: por respeto a los demás, porque les aburrimos mortalmente, porque cada una tiene el deber de enterarse a la primera si está capacitada, porque el tiempo es oro, porque repetir una cosa implica dejar de aprender otra nueva, por respeto al que te lo dice..! Mi paciencia, esa que me pides, fomenta tu impaciencia, tu percepción egoísta del mundo: ¿No ves que hay otras personas esperando también...?

Es posible que, sorprendidas, muchas de mis alumnas consideren que ese día me ha picado un bicho raro. Otras pensarán que he tenido un mal dormir. Quizá la interpelada interprete que "la tengo manía"... No es nada de eso: las aprecio a todas. Sin embargo, además de creer en la paciencia, creo en la justa cólera. Jesucristo se abandonó a la misma con los mercaderes del templo y yo no le voy a ganar en santidad al Dios mismo.

No pretendo alcanzar la santidad. Leí hace tiempo la vida de algunos santos y recuerdo uno, muy conocido por su temperamento colérico en su juventud: San Francisco de Sales. Tenía este un genio tan fuerte, tan iraascible y agitado, que enseguida se le subía la sangre a la cabeza. Sin embargo todos sus conocidos, todas sus visitas, le recordaban después amable tras su escritorio revestido de calma, escuchando con beatífica quietud. Nunca apremiaba a sus visitas, siempre les atendía pacientemente... La fama de mansedumbre, de natural bondad, de aquel hombre se mantuvo hasta su muerte. Fue entonces que le hicieron la autopsia y encontraron hasta treinta piedras en su vesícula y un hígado endurecido como una piedra debido a la tremenda tensión a que se sometía para mantener su autocontrol. Más tarde, al examinar su escritorio, descubrieron asombrados bajo el tablero las marcas de los arañazos a los que se aplicaba para que sus nervios no fueran percibidos por los visitantes pesados.

Concluyo: contra el vicio del abuso de la paciencia infinita del profesor, la virtud de la santa cólera. Nos va la salud en ello.

martes, 1 de marzo de 2016

Un abrazo de tela.


Era una mujer argentina de nombre alegre. Era mi alumna primera: cada día la primera en llegar, siempre en primera fila, la más pronta en prestar atención y ponerse a trabajar... Acudía a la escuela como al supermercado de la vida: en busca de los productos básicos, de primera necesidad... y no porque estuviera muy falta de ellos  (estaba informada de las noticias, tenía conocimientos, podía expresarse con claridad...) sino por reforzarlos y aprovechar el tiempo. Quizá por mejorar la letra que, eso sí, llegaba a ser indescifrable como la de los médicos. Se apreciaba en ella una mayor sensibilidad que en el resto. Tenía sus años y era discreta, no quería destacar.  Mantenía las distancias; no era demasiado efusiva pero siempre era cortés y respetuosa, siempre dedicándote palabras justas y educadas. Su situación era difícil, su estancia forzada, sus amistades lejanas, su estado precario... Pese a ello no le faltaban detalles con sus profesores: pequeños portafotos artesanos, alguna lectura interesante... Un día me regaló una bufanda. Era una bufanda ligera, de felpa, muy sencilla; pero, dada su situación de necesidad, se trataba de un regalo fabuloso. Se la habían enviado de Argentina, vete a saber cómo, pues el dinero era escaso.   

Resultó que ese día me anegaba la tristeza. Me sentía rodeado de soledad. Acepé su bufanda con emoción y le di un beso agradecido. Al llegar a casa me la puse. Noté el cuello ungido por un cálido abrazo. Una caricia mullida me envolvió con un bucle de tela. Abrigado por el afecto me sentí mejor, casi alegre. Llevo varios días con ella al cuello bajo la mirada cómplice de mi alumna. Este abrazo en la distancia me conmueve y me reanima. ¡Hay que ver, como puede abrigarse el alma con tan poca tela!  

El Algarrobito

El 16 de diciembre de 2011 escribí este artículo dando por hecho la inmediata demolición del Hotel del Albarrobito. Han pasado cinco años y parece que ¡por fin! se va a llevar a efecto. Rescato aquella entrada pues la demolición se fue posponiendo sucesivamente y la noticia nunca dejó de ser actualidad. Ahora parece que, definitivamente, dejará de ser noticia y pasará a ser historia.

Algarrobito, la Cañada de Don Rodrigo, el río Alias, Agua Amarga, la Mesa de Roldan... Sus nombres acuden a mi memoria cuando se remueve el polvo del olvido. Una noticia los ha rescatado del baúl de la juventud, ahora depositado en el desván del tiempo. Por esas playas, por el seco caude del río Alías andube yo en 1979 en patrulla de reconocimiento, en una de esas situaciones a la que te obliga la mili. Por aquellas playas desiertas, en los parajes inhóspitos del Cabo de Gata, bajo el sol abrasador, el agua escaso y los caminos impracticables excepto con los todoterrenos del ejército.

El apuntarse a una de esas patrullas era la oportunidad de salir de aquel agobiante campamento alambrado con 6000 militares rodeado de los áridos  paisajes de Viator en Almería. Cualquier cosa menos la rutina, la desidia y la convivencia forzada de la compañía. Mi primer intento por salir del círculo, la Sección Cultural, fue un fracaso. Mi segundo intento por formar parte del los empleados en "oficinas" se estrelló en la prueba de mecanografía. Este era el tercer intento por salir de las alambradas, por abandonar la rutina de las guardias y la instrucción. Se trataba de realizar una salida de 10 días y recorrer una amplia superficie por caminos y pistas recónditas para actualizar la topografía y el catálogo de infraestructuras de la zona. Se pidieron voluntarios y yo, aficionado a la fotografía, me apunté como "fotógrafo profesional". En una breve entrevista aseguré estar bregado en reportajes y fotos, pues disponía de un laboratorio fotográfico en Burgos (la realidad escueta era mi afición y un precario laboratorio en la buhardilla de un amiguete). Me aceptaron y me entregaron una cámara bastante sofisticada (para lo que eran mis conocimientos).   Me pasé algunos días estudiándola y, un tanto angustiado por la posibilidad cierta de pifiarla, embarqué en uno de los tres land rober que formaban la patrulla. El grupo estaba al mando de un maduro teniente de aspecto brutal. Le secundaba un joven sargento, más accesible pero disciplinado. El resto nos repartíamos entre los conductores, el topógrafo, el especialista en transmisiones, el mecánico, el cocinero y mi persona como fotógrafo.

Una sensación de libertad nos embriagó cuando, sentados en los asientos espartanos de los vehículos,  enfilamos las carreteras que nos llevaban a la Mesa de Roldán, que se adentra en el Mar de Alborán partiendo en dos el territorio que nos correspondía explorar. Excitados por la anhelada independencia que nos ofrecía la situación contamplábamos risueños los agrestes parajes almerienses. En 1979 Almería no estaba tan poblada como ahora. Siendo muchos ya los turistas, estos se concentraban en los lugares de fácil acceso. El interior y gran parte de la costa estaban comunicadas por caminos de tierra y carreteras difíciles. Así que gran parte del territorio era aún virgen.  El primer día hicimos noche en Agua Amarga. Nos pareció un pueblo precioso. Quizás influyó que nos diéramos un baño en sus aguas que nos supo a gloria. Mis primeras fotos se tiraron allí. Aún conservo, emparejada con una similar en la actualidad, la foto que nos hicimos en el bar del pueblo (entonces debía ser el único). Trece años después, con la risueña compañía de mis sobrinos, posé de nuevo en el mismo bar, en la misma postura...


Al día siguiente iniciamos la exploración de decenas de lugares increíbles. Las formidables vistas de la Mesa de Roldán, la impresionante playa de Carboneras (de alto interés estratégico pues en ellas hacían maniobras de desembarco los americanos de la VI Flota) en cuyos alrededores se extendía una larga explanada con los restos de los campamentos de los marines. Me hizo mucha ilusión encontrar abandonado un ejemplar de bolsillo de un libro de Arthur C. Clarke (en aquella época yo era un gran aficionado a la Ciencia Ficción). Los restos del desembarco se desplegaban por doquier: infiernillos de un solo uso, latas de conservas, alguna prenda abandonada... También aparecían restos de granadas con profusión. 
En los días posteriores visitamos lugares despoblados y bellísimos. En la desolación del desierto almeriense descubrimos escondidos cortijos habitados por gente sencilla que vivía de imposibles huertitos, con minúsculos rebaños y que bebían agua de aljibes escavados en la roca. Casas sencillas con la única sombra de una higuera para mitigar aquel hiriente sol andaluz.  Tomábamos notas y fotografías de algunos depósitos de agua impermeabilizados con plástico y alambrados. En uno llegamos a bañarnos pese a la expresa prohibición. En ocasiones nos dividíamos en grupos, uno por vehículo, y entonces la libertad era plena. A la hora de las comidas nos juntábamos y "disfrutábamos" del menú de campaña realizado por nuestro pobre cocinero que, al segundo día, ya cometió en terrible error de echar los macarrones con el agua tibia. La pasta pegajosa con que nos sorprendió irritó sobremanera al teniente que estuvo a punto de golpearle con los puños apretados. El  pobre muchacho pasó el resto del periodo de patrulla compungido y esperando el anunciado calabozo por mentir al presentarse voluntario (Yo rezaba porque mis fotos salieran bien, y no las tenía todas conmigo...).
A partir de aquel día el teniente se ocupó personalmente de la preparación de los menús. Dejando muy clara instrucciones al cocinero amateur y tomando a su cargo la preparación de un par de comidas especiales: una gloriosa paella y un riquísimo cabrito en caldereta que compró en uno de los cortijos.


Las noches, acampados al aire libre, al abrigo casi siempre de unas escasas higueras o cercanos a la playa, daban ese aire de acampada juvenil donde priman las bromas y el buen humor. En varias ocasiones el teniente y el sargento encelados se acercaban a las pequeñas urbanizaciones de la costa en busca de algún ligue o para rondar alguna turista francesa a la que habían echado el ojo y cuyo marido, con problemas de próstata, parecía no cumplir sus obligaciones conyugales. Al parecer, les había enviado señales inequivocas de ligue... La vueltas borrachos en medio de los acampados con un deje de frustración mostraba que se equivocaban completamente.
Tras la vuelta al campamento deViator quedabala la delicada tarea del revelado de los carretes. Sólo algún comentario del sargento me hizo comprender que habían quedado un poco grises y oscuras. Yo ya sabía la causa. Debía haber utilizado un filtro de UV (de eso me enteré a la vuelta). Salí del paso explicando que con tanto sol los rayos UV hacen eso a todas las fotos (me cuidé de comentar que un simple filtro lo hubiera eviado). Unos meses después descubrí los negativos olvidados en el cajón de la mesa de la oficina de la compañía. Me los llevé. Me recordaban agradables experiencias y quería tenerlos. Aún los conservo.


Hoy, más de treinta años después, una gigantesca mole se alza en medio de aquella playa larga y hermosa que conocimos. El hotel inconcluso del Algarrobito completamente terminado espera entre protestas de ecologistas y trámites administrativos la decisión final de su destrucción. Los que conocimos aquella playa desierta, virginal, los que viajamos por la vieja carretera costera embriagados por aquellos por parajes increíbles, los que disfrutamos la sensación de libertad, las visitas a cortijos perdidos, los aljibes, las mínimas higueras, los sufridos matorrales, las chumberas, los preciosos y escasos rincones con agua, las planicies sembradas por los restos de desembarcos; los que nos bañamos en su mar y ascendimos  el faro sobre al Mesa de Roldan, los que recorrimos caminos casi intransitables en poderosos todoterrenos militares... celebraremos su destrucción, porque él estaba ya destruyendo nuestros recuerdos.