El día 5, para sus majestades vaa ser un no parar. Su empresa de paquetería actualiza rápidamente su creciente base de datos. Serán innumerables las idas y venidas para repartir los "gratuítos" aguinaldos de sus majestades: en la casa paterna predominarán los tecnológicos, ahora divisos en partes alícuotas entre diversos familiares. Además estarán los regalos más clásicos (encargados por tradición o por necesidades financieras) que suelen ser los más baratos. En la mañana del día 6 de enero, tras el primer chute de excitación inyectado bajo el árbol familiar comienzará la recogida de las restantes dosis de ilusión en un atareado visitar:
- Niños, ahora vamos a casa de la abuela ¿Allí pedísteis un juego de la DS, no? - (Los abuelos esperan expectantes la reacción alegre de los pequeños, que despachan rápidamente los envoltorios para encontrarse al final con la minúscula tarjeta del juego deseado... ¡Qué pequeño debe parecerles a los abuelos su regalo, ellos que desearían que su tamaño fuera tan grande como su ilusión y la felicidad que querrían ver manifestada en sus ojos).
- Ahora vamos a casa de la tata Estela: Niños, comprended que la tata no gana mucho dinero y los Reyes no pueden dejar allí regalos muy caros... (¡Charo, en vaya lío te estás metiendo!, -le susurro yo disimuladamnte...-). Y allí se encuentran con balones, mochilas y loterías (algo plenamente tangible al fin, algo sensoriomotor y jugable sin electricidad).
- ¡Vamos, deprisa, nos están esperando los otros abuelos...
- Aún tenemos que ir a casa de la tía, venga que no llegamos a comer...
A lo largo de este peregrinaje cosechero se produce un frenético, casi violento, despojamiento de envoltorios; una pequeña violación del cuerpo del regalo vestido la noche anterior amorosamente con vistosas prendas. Brilla la ilusión unos momentos, se emiten unos cuantos gritos de alegría, y en una espiral insaciable se sigue buscando, descubriendo... Rápidamente se abandonan la mayoría y se centran con fruicción en explorar los regalos más llamativos. Este año los productos estrella han sido las tablets. A los pocos minutos mis sobrinos ya han probado buena parte de sus atractivas aplicaciones. No parecen suficientes varios juegos descargados en un instante, las primeras fotos, los primeros mails... y el pequeño de la casa le pide a su padre:
- ¡Quiero el wasar, papá! ¿Me lo pones?
- ¡Hijo, es una tablet, no tiene teléfono... Ya veré si la podemos engañar para que lo tengas...!
Mi cuñado teme estos regalos, pero los acepta resignado: - Sí, pedís la tablet, pero yo ya sé lo que me espera a mí...¿Quién crees que tendrá que configurarlas, reparar, instalar y solucionar los problemas?
Ya nadie se acuerda de la pedagogía del carbón, que hace tiempo hicieron dulce y ahora ni se regala. ¿Cuántos niños han visto y tocado personalmente ese sucio mineral predestinado a arder como un pequeño infierno?
Los tiempos cambian. Lo que hoy es una celebración de explosión emocional incontrolada en otros tiempos se consideraría grosería y malcrianza. Cierto que muchas veces se sobrecarga a los críos con agotadoras jornadas cargadas de obligaciones, deberes y actividades; pero al final lo que piden los niños para sus horas de descanso es un nuevo frenesí, esta vez en el mundo virtual: horas y horas de videojuegos, música ante la pantalla, chats... Es verdad que puede resultar aburrido recibir "oficialmente" a las visitas, o estampar el beso protocolario en la cara de algún familiar, o parecer particularmente pesado contestar unas mínimas preguntas del forastero que prentende mostrarse simpático e interesarse por ti; pero eso forma parte de la la educación de las personas.
Ya de por sí, los niños, hartos de la diaria disciplina familiar tienden a refugiarse en su autista soledad, en juegos vedados a los adultos... ahora se añade la íntima relación en pareja con su ordenador. Yo recuerdo que mis fugas, mis ratos de OFF social, se realizaban mediante la lectura o el cine y más tarde también con la televisión. Pero sus Reales Majestades no deberían favorecer esas conductas.
¿Sólo yo pienso así? ¿Soy realmente así de raro? No oigo voces en consonancia y cuando planteo el tema enseguida se cambia de conversación. Evidentemente no gusta oir que los Reyes son unos impostores que roban identidades con el consentimiento de los implicados para desviar afectos a seres imaginarios. ¿No es más nítido, hermoso y natural; ofrecer un especial regalo como padres de vez en cuando que establecer complejos y costosos rituales, trufados de magia, tremendamente injustos e inexplicables? ¿Alguien ha pensado en la humillación de descubrir ¡de pronto! que le han engañado a uno durante toda su vida? ¡Precisamente sus propios padres: todopoderosos, omnipresentes y omniscientes seres en los que confía! Se da entonces un rápido paso desde la desilusión a la decepcion y al interés:
- Pero seguiré recibiendo regalos, ¿no?.
Sobre todo, los Reyes son injustos. Cualquier niño, mínimamente observador, cualquiera de nuestros hijo que comparta con sus primos, vecinos o amigos la lista de los regalos; no podrá dejar de comparar los "premios" que sus Majestades han traído a su salón con los de sus iguales y ¡Oh, injusticia divina: nada habrá dependido de su esfuerzo, de su dedicada bondad! Se consuma así una flagrate injusticia en esta prevaricada sentencia: los ricos reciben más aunque se porten fatal. A media tarde, los sobrinos se encorvan sobre su tableta. No pueden evitar lanzar exclamaciones intermitentes dando cuenta de sus descubrimientos y sus logros en el control del pequeño artefacto. Los dos más mayores se retiran pronto a sus habitaciones lejos de la animada conversación de los adultos. El pequeño, que aún necesita del contacto de sus padres y de la aceptación de los mayores, se sienta en el sofá entre ellos con la tableta en las manos. Los adultos siguen desgranando noticias, cotilleos... Adultos IN. Niños OUT.
¡¡Feliz año nuevo Jesús!!
ResponderEliminar¡¡Cuánta razón llevas en todo lo que escribes!! No eres un bicho raro, hay mucha gente que pensamos como tú.
Tengo que decirte que yo disfruto más regalando que recibiendo. El gesto sincero de dar un regalo es un sentimiento más valioso que el valor del propio regalo. Y por desgracia, eso los niños (y muchos adultos) no lo valoran.
Deseo que este "año negro" que comienza sea de provecho para ti y tu familia. Un abrazo
FELIZ AÑO, José Manuel.
ResponderEliminarNo sé si llevo razón en todo (a veces, al escribir, caricaturizamos una situación para resaltar algunos aspectos interesantes); pero, en general, es así como pienso.
Por cierto, que el relato es bastante ajustado a la realidad... (a mí realidad).
Deseo también que hayáis pasado unas felices vacaciones. Hacía tiempo que no leía tus comentarios. Para los pocos lectores que tengo, me inquietaba perder uno de los más asiduos.
Gracias.
¡y hasta pronto!