lunes, 28 de septiembre de 2015

Cuentos perversos.


"¡Si ya nos la sabemos de memoria!", 
diréis. Y, sin embargo, de esta historia
tenéis una versión falsificada,
rosada, tonta, cursi, azucarada,
que alguien con la mollera un poco rancia
consideró mejor para la infancia... 
Fragmento de "Cuentos en verso para niños perversos" (Roald Dahl)

Hoy mismos nos sorprendía el periódico El País con un artículo sobre "La maldad en los cuentos infantiles". La tesis que defiende el articulista es que esta no se debe ocultar pues tiene funciones pedagógicas. A esta conclusión llegan 25 escritores y expertos reunidos en Mallorca este fin de semana en torno a las Conversaciones de Formentor bajo el lema "La novela más mala del mundo. Maldad, perfidia y espanto en la historia de la literatura."

Entre sus conclusiones señalan que "Mientras los niños saben reconocer el bien y el mal, y diferenciarlo, a través de los cuentos, los adultos parecen haber entrado en una infantilización con libros muy populares que no interpelan al lector en sus matices, sino que juzgan lo ya juzgado y señalan lo ya conocido como algo negativo, sin aportar nada al debate intelectual o moral." 

En el artículo se desglosan las opiniones de estos expertos. Todos coincidentes en que los adultos nos hemos arrogado un papel de censores, erróneamente justificado en lo políticamente correcto, que desnaturaliza el auténtico papel de estas historias tradicionales inspiradas en arquetipos sobre el bien y el mal que cada cultura interpreta a su manera. La literatura, afirman, debe plantear cuestiones morales y éticas y el lector, y no el escritor, debe ser en todo caso quién juzgue y se haga preguntas. "Hay que enseñar el mal para ver dónde está y reconocerlo", según afirma Marta Fernández.
 El artículo captó enseguida mi atención porque siempre consideré que las historias de miedo y de terror eran de las más interesantes en los cuentos; la fascinación por la maldad y lo monstruoso son elementos claves en estas historias. Revisando muchos de ellos encontramos trama y argumentos que nada tienen que envidiar a las famosas series de investigación criminal tan de moda en TV:  CSI, Bones, El Mentalista, Mentes Criminales...

Veamos, resumido, el catálogo de perversiones que se esconde muchas veces en las historias originales de estas narraciones infantiles. Intentemos comprender la necesaria función del miedo. Empezaremos con H. C. Andersen, cuya propia vida revela zonas oscuras en el campo del afecto y la sexualidad; y que probablemente sublimó sus miedos, sus sufrimientos y esperanzas en muchos de sus cuentos: En "La pequeña vendedora de cerillas", presenta la lenta y desesperanzada tortura de una niña por el frío ante la indiferencia de la gente hasta su muerte. En el "Patito feo", tenemos la más clara representación del bulling, del acoso infantil más descarnado. Su cuento de "La Sirenita" es una trágica historia de amor, sufrimiento y muerte. "Las zapatillas rojas" terminan con la amputación de los pies a la heroína para que pueda recobrar la paz. "El Soldadito de Plomo" y su amada bailarina terminan por ser quemados vivos hasta derretirse.  En "El Abeto", se recrea el viejo mito del rey por un día, que admirado y feliz por unas horas, no sabe que morirá al pasar la jornada como manda la tradición navideña. Continuemos por Oscar Wilde, que no se queda corto con su "Príncipe Feliz", donde muerto el príncipe, convierte su estatua en una especie de donante de órganos entregados por la generosa golondrina que muere al final y la propia estatua del Príncipe acaba en la basura. En los cuentos tradicionales suelen ofrecerse detalles espeluznantes: "En Rapunzel" se describe la compraventa de niños y su secuestro. Posteriormente carga las desgracias en el pobre príncipe al que hace caer desde una alta ventana sobre unos espinos que le arrancan los ojos. El argumento de "Piel de Asno"  gira en torno a una relación incestuosa entre padre e hija. En la conocida y repetidamente versioneada "La Cenicienta" el zapato de cristal enmascara un fetichismo sutil, a la vez que se somete a la protagonista a un cruel maltrato físico y psicológico por parte de sus hermanastras, en tanto que la madrastras llega a amputar los dedos y el talón de sus hijas para poder acomodar el zapato. "Barbazul", psicópata y asesino en serie, esconde además una tétrica cámara de los horrores digna de un episodio de "Mentes criminales" o "Milenium". "Caperucita Roja" es, en el fondo, la historia de una seducción a cargo de un depredador sexual. La alusión al color de la caperuza insinúa el inicio de la pubertad y no faltan quienes interpretan que la historia fue inventada para prevenir a las adolescentes de sus encuentros con posibles violadores. El despanzurramiento del lobo le da un valor (tétrico) añadido. "Hansel y Grettel" abordan el canibalismo; este cuento finaliza con la pena de muerte por "la hoguera" a la bruja, la malvada de turno. "Pulgarcito"  ha sido mutilado y censurado hasta convertirlo en una versión muy light del original: comienza relatando un abandono familiar y finaliza con la estratagema del protagonista y sus hermanos intercambiando sus ropas con las hijas del ogro, haciendo que finalmente éste acabe devorándolas en a ellas, recordando el mito de Saturno devorando a sus hijos tan perturbadoramente reflejado por Goya en uno de sus cuadros. En "La Bella Durmiente", donde se insinúa de manera subliminal la necrofilia, hay una parte que jamás nos han contado en la que se narra la vuelta del príncipe casado a su reino y el encuentro con su madre (una ogresa malvada) que maquina comerse a sus nietos y a su nuera y que, tras intentarlo por dos veces, acaba arrojándose ella misma (suicidio) a un caldero hirviendo. En la versión de "Juan sin Miedo" que nos contaba mi madre asistíamos aterrorizados a desmembramientos y lluvia de trozos de los cuerpos por el hueco de una chimenea...

Después de este paseo por el museo de los horrores en los cuentos infantiles, quizás nos preguntemos si, tras tantos años de narraciones al calor de la lumbre, no habremos formado auténticos ejércitos de psicópatas y perturbados. Quizás sea al contrario y hoy en día estemos educando desde las versiones edulcoradas y políticamente correctas personas sin entrenamiento en estas emociones, sin experiencias idealizadas donde probar su miedo y vencerlo. Quizás otros medios vengan a ocupar el lugar ancestral del las historias de villanos y maldades. Veo frecuentemente a mis sobrinos abstraídos con su mando de la Play disparando hacia cuerpos que estallan en pedazos. La sangre llena la pantalla... ¿No son acaso más crueles?

2 comentarios:

  1. He quedado alucinado tras ver el repertorio de cuentos que aparece en la entrada.
    - Lo de las nuevas tecnologías me está desbordando
    (Érase un hombre a un móvil pegado)
    Echo en falta ver a los niños leyendo un cuento, de esos que mencionas, de esos que cada vez quedan menos en las estanterías.
    ¡Dichosas maquinitas! Y si la sangre llena la pantalla, mejor todavía.

    "Cuando cuentes cuentos
    cuenta cuántos cuentos cuentas,
    porque si no cuentas cuántos cuentos cuentas,
    nunca sabrás cuántos cuentos has contado tú".

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  2. Tienes más cuento que Calleja, Jesús... Y yo nunca imaginaba quién sería aquel señor de los cuentos tan famoso; hasta que un día, el los polvorientos arcones del "pajarón" de la vieja casa del pueblo aparecieron algunos de aquellos viejos editados por Saturnino Calleja. Su labor en la literatura infantil es meritoria pues fue el primero en "... publicar grandes tiradas de los libros y cuentos (con muy pequeño margen de beneficio, con lo que abarató mucho los precios) e ilustró profusamente todos ellos con dibujos de los mejores artistas, con lo que logró unos cuentos atractivos y al alcance de los bolsillos de menor poder adquisitivo, acostumbrando a leer, con ello, a varias generaciones de niños..." (Wikipedia). Este editor (y escritor además de algunos cuentos) publicó también obras de caracter pedagógico y dignificó el papel del maestro. Publicó cerca de 3000 cuentos a precios baratísimos...
    Terminamos como él mismo inventó un final feliz para este comentario:
    "... Y fueron felices
    y comieron perdices;
    y a mí no me dieron
    porque no quisieron"

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