En conclusión que hay términos que por su especial relevancia para muchos sujetos provocan la aparición de palabras alternativas o generan acepciones múltiples.
Estos términos han sido objeto de estudios rigurosos e incluso son el contenido de extensos diccionarios. El intento más riguroso en Lengua Castellana en este sentido corresponde a nuestro Premio Nóbel Camilo José Cela. Este autor pretendió hacer un extenso diccionario de todas las palabras así consideradas, sólo pudo hacer tres volúmenes del diccionario: "Serie Pis- y afines" sobre los nombres del pene, "Serie Coleo- y afines" sobre los testículos y "Voces relacionadas" donde trata de incluir otras palabras. En estas series se analizan estos términos de forma precisa desde el punto de vista lingüístico y literario, los orígenes, el uso y los significados de palabras consideradas por algunos como "malsonantes"
Muchas de ellas son eufemismos, es decir, palabras o expresiones con que se sustituye a otra más grosera, impertinente, violenta o que se considera tabú. Las palabras tabú se evitan porque socialmente están mal vistas al referirse a realidades consideradas desagradables, vulgares, soeces o políticamente incorrectas en determinadas culturas. Suelen hacer referencia a enfermedades, términos escatológicos, racistas, sexuales o relacionados con la muerte, etc. Por eso cuando, de niños, queríamos expresar nuestra rebeldía social por alguna situación determinada soltábamos, sin venir a cuento, la pequeña retahíla: "caca, culo, pedo, pis"... provocando expresamente a los adultos (o a nuestros compañeros).
Algunos de nosotros, hijos de de tiempos pretéritos, queriendo derribar los estúpidos tabúes que tanto distorsionaron la educación en nuestra juventud, o practicando la inmersión a modo de vacuna contra el escándalo, hemos acabado pagando un alto precio por utilizar ocasionalmente estos términos en contextos sensibles, aunque lo hiciéramos con motivación meramente informativa y sin intención de escandalizar. En nuestra ceguera nos dimos de bruces con los límites sagrados que marcan el territorio de la conveniencia. Metimos la pata. Pagamos el pato. Aún lamemos nuestras heridas.
Sólo nos queda el desahogo infantil, la pataleta, decirle al mundo el "caca, culo, pedo, pis" de nuestra infancia... ¡¡¡Chissssssssssssss!!! O mejor sería decirlo así: "excremento, pompis, ventosidad, orina" (que además de largo sueña cursi, pedante e incluso perverso).
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