Tal vez usted haya visto este anuncio. Si no es así, tómese un momento para hacerlo.
(Esto es lo que usted oye)
(Musiquilla con suave punteo de guitarra)
"Cuando trabajes, trabaja;
cuando descanses, descansa;
cuando pedalees, pedalea;
cuando bailes, baila;
salta cuando saltes;
y cuando grites, grita;
si tienes que pelear, pelea;
cuando ayudes, ayuda;
y cuando lo intentes, de verdad, inténtalo.
Cuando avances, avanza;
cuando juegues juega;
y cuando sueñes, sueña...
Cuando ganes, gana;
y cuando pierdas, sobre todo cuando pierdas, pierde.
Cuando conduzcas, conduce."
(Esto es lo que usted, seguramente piensa)
Este hombre puedo ser yo. Tenemos la misma actitud. También yo puedo llega a ser un triunfador como él, al que todo le va bien: Disponer de un despacho en unas oficinas magníficas en una planta elevada con hermosas vistas a una ciudad moderna, tener un aspecto magnífico con un aire maduro pero jovial, ser respetado y saludado con admiración por todo el mundo... Puedo vestirme con una camisa de un blanco inmaculado aún después de una larga jornada de trabajo, portar una cómoda mochila en vez de la rígida cartera de ejecutivo (sí, puedo ser un hombre que sabe saltarse los convencionalismos, que se enfrente sin complejos a las reglas sociales). Usaré una bici como él (haciendo bandera de todas las ecologías y haciendo gala de respeto por el medio ambiente: Mi bici estará atada con un candado corriente (como todo habitante del pueblo llano) y me incorporé valientemente pedaleando sobre ella a la calzada. Aprovecharé la ventaja de mi liviana montura para adelantar a los coches sorteándolos en los semáforos y atajaré por laterales y aceras saltándose las obras. Luego accederé a elegantes pasarelas poniéndose en pie sobre la bici para ganar potencia (y dispondré del divino privilegio de no sudar, y de la poderosa magia de llevar ropa inarrugable. Ningún cerco de sudor en las axilas ni la humedad de la mochila pegada la espalda delatará mi humana transpiración). Gozaré de mi paseo ciclista bajo las copas de los árboles que regalarán a mis ojos la belleza de sus copas tornasoladas. Me divertiré serpenteando por la pasarela mientras desciendo suavemente y relajaré mi cuerpo soltando el manillar y dejando colgar mis brazos despreocupado mientras pedaleo. Atravesaré parques magníficos y soleados y, finalmente, doblaré con pericia la esquina de mi casa y, con algún mando a distancia cuya existencia es un secreto, abriré la puerta del impoluto garaje al que accederé, inclinando levemente la cabeza, en el momento justo en que se termina de levantar la puerta. Después cogeré con firmeza mi bicicleta y la colgaré al lado de "mi flamante BMW", la auténtica máquina maravillosa, la que reservo para los grandes acontecimientos, la que ocupa el centro y casi la totalidad de mi garaje.
Y todo esto que veo y pienso ocurre mientras escucho mensajes con invitaciones al desarrollo de potencias juveniles: "trabajar", "pedalear", "bailar", "gritar", "pelear", "avanzar", "jugar", "soñar", "ganar"... y "conducir"; alternadas, eso sí, con llamadas a la moderación: "descansar", a la solidaridad: "ayudar" y a la autosuperación: "perder". De una tacada nos muestran todos los ingredientes de "ser guay".
Además, en una tautología recurrente, nos repiten machaconamente cada mensaje con un cansino esquema:
emparejando continuamente voluntad con ejecución.. Así, el anuncio, se convierte en una cadena de afirmaciones obvias, vacías y redundantes. Acaso podría tener un valor retórico, pero su belleza se acaba cuando aparece la palabra "conducir" (definitivamente asociada al consumo y que, al fin, descubre las motivaciones últimas del anunciante).
cuando + (verbo en presente de subjuntivo), (verbo en presente de indicativo)
A las imágenes, tan sugerentes, se une una voz sumamente persuasiva. Se expresa en un tono que infunde seguridad, con una cadencia en las frases que rompe hábilmente en ocasiones para mantener la atención, con una inversión sintáctica de vez en cuando para no aburrir, con alguna subordinada temporal en la más pesimista y negativa (para dejar claro que sabemos perder)...
Todo el anuncio puede considerarse una joya publicitaria o una majadería. Para un espectador desprevenido le resultará vitalista, optimista, cercano y persuasivo. Para un espectador crítico una perogrullada y un cuento infumable. ¿Tú que piensas?
NOTA:
La RAE define tautología como "Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras" en una primera acepción y como "Repetición inútil y viciosa" en una segunda. Esta figura tiene relación con otras, en cierto modo similares como: pleonasmo, perogrullada y redundancia; y a veces tiene valor retórico. Se utilizan mucho en campañas publicitarias: hay ejemplos famosos:
“Café, pero café café, café La Morenita”
"El único que es único"
"Las decisiones se toman en el momento de tomarse" (Mariano Rajoy)...
La publicidad usa continuamente un lenguaje seductor. Para ser seductor hay que ser auténtico. Y la realidad (lo auténtico) nunca es seductor. En la publicidad el único objeto que es auténtico es el producto, el resto es pura fantasía. Puesto que en realidad el producto que se vende es superficial (si su necesidad fuera profunda, no necesitaría anuncio alguno) hay que rodearlo de seducción. Esto se materializa a través de la aplicación del “sin sentido” (juegos de palabras, originales, seductores y superficiales). Y son muchos los que, entonces, picarán el anzuelo.
NOTA:
La RAE define tautología como "Repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras" en una primera acepción y como "Repetición inútil y viciosa" en una segunda. Esta figura tiene relación con otras, en cierto modo similares como: pleonasmo, perogrullada y redundancia; y a veces tiene valor retórico. Se utilizan mucho en campañas publicitarias: hay ejemplos famosos:
“Café, pero café café, café La Morenita”
"El único que es único"
"Las decisiones se toman en el momento de tomarse" (Mariano Rajoy)...
La publicidad usa continuamente un lenguaje seductor. Para ser seductor hay que ser auténtico. Y la realidad (lo auténtico) nunca es seductor. En la publicidad el único objeto que es auténtico es el producto, el resto es pura fantasía. Puesto que en realidad el producto que se vende es superficial (si su necesidad fuera profunda, no necesitaría anuncio alguno) hay que rodearlo de seducción. Esto se materializa a través de la aplicación del “sin sentido” (juegos de palabras, originales, seductores y superficiales). Y son muchos los que, entonces, picarán el anzuelo.
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