El mundo real se copia virtualmente de modo interminable. En Internet se puede encontrar cualquier lugar, ver sus fotografías, conocer sus singularidades... se acabó el exotismo.
Ya nada nos sorprende. Todo se vuelve frívolo, caduco, pasajero y efímero. Nos vacunamos a diario contra la admiración. Nada nos cautiva ya, nada nos atrae. Caminamos por parajes extraordinarios a golpe de clic, con gesto rutinario y la mirada apagada. La contemplación pausada se minimiza, se acorta a los milisegundos. Nuestra atención se torna lábil, impaciente. Los ojos pasan de una imagen a otra en un ping pong virtual: se compartimenan ventanas, tocamos con el cursor, apenas dedicamos atención a las frases, desechamos los textos de más de dos líneas, leemos con líneas de acción cono en los cómics, los logos se multiplican y se superponen... La vista se aproxima, el enfoque en corto deforma nuestro cristalino, la miopía crece, el ángulo recto se apodera de la geometría... se acabó el exotismo.
Viajamos con gps, evitamos el extravío, la opción aventurera. Ya no nos perdemos por ahí, no descubrimos veredas ignoradas, no tenemos el privilegio de la equivocación y sus sorprendentes consecuencias. No ponemos atención a lo imprevisto, ya no hace falta... se acabó el exotismo.
Terminó la época de los pioneros, de los exploradores. Nos han engañado: el "explorer" no nos descubre nada: sólo vende sueños, engatusa con mundos virtuales. Nos empacha con imágenes y nos enmascara la realidad... se acabó el exotismo.
Lo que hace una letra.
ResponderEliminarPor supuesto que se acabó el exotismo y también el erotismo. Ya no hay que buscar nada en ningún sitio. Todo sale a la luz sin tener que hacer uso de la imaginación.
Lugares exóticos, rincones eróticos
¡que más da!
ya no hace falta moverse del sofá.
Todo lo puedes visualizar a golpe de ratón.
Buena aportación, Manuel.
ResponderEliminarse puede extrapolar lo uno a lo otro... sí, el sexo también se vuelve virtual.
Ya nada nos sorprende...