En una de las paradas, sentados sobre grandes placas de gneis, nos explicaban la formación de esta roca metamórfica. El su origen este gneis glandular fue una roca metamórfica, una pizarra, donde el metamorfismo continuó haciéndose aún más potente. El nombre de "Ojo de sapo", que recibe popularmente, proviene de la particular apariencia de este mineral donde los grandes cristales redondeados de feldespato, junto a la tonalidad azulada de los cuarzos, hizo a los gallegos exclamar: "¡Mirad, parecen Ollos de Sapo!".
Yo conservaba de mis tiempos de juventud una completa y personalísima colección de minerales y fósiles. Mi pequeño tesoro geológico acabó en Torres de la Alameda. Fue una donación al colegio que, supongo, alguien habrá sabido aprovechar. Y es que cada mineral, cada fósil, encerraba dentro una pequeña historia geológica del planeta y otra pequeña historia biológica personal.
Pocos días antes había tenido que explicar a dos de mis alumnos los tipos de rocas y, con afán didáctico, hice una pequeña excursión en pleno puente de mayo y casi lloviendo al viaducto sobre el Cigüela, cerca de Palomares del Campo donde pasaba esos días, para obtener unos buenos ejemplares de yeso cristalizado (speculum para los romanos o espejuelo para los lugareños), así como algunos nódulos de sílex (la prehistoria era el siguiente tema de Ciencias Sociales). En otra excursión anterior a la Sierra Norte de Madrid llené también mi mochila con granitos, pizarras, esquistos, cuarzos... Parecía estar volviendo a la fiebre coleccionista de mi niñez.
Sentado sobre aquellas grandes lanchas de gneis granular, mi pie rozó una piedra brillante. La cogí y observé que en aquel trozo se apreciaban bastante bien algunos "ollos de sapo". La sopesé un instante mientras imaginaba la dura tortura de esta roca: las enormes presiones, la elevada temperaturas... aquella roca había sufrido mucho, tanto que prácticamente se convirtió en una gelatina ardiente y su componentes se reagruparon formando las curiosas formas de ojos que presentan hoy en día. La metí en mi mochila: el "ollo de sapo" también sería un mineral digno de figurar en la colección del cole.
Me gusta esta entrada. Me hace recordar a los tiempos de estudiante, cuando en 2º de Magisterio tenía la optativa de Paleontología que por supuesto elegí. Una de las actividades programadas era la salida al campo para observar y recoger rocas y fósiles.
ResponderEliminarAhora veo en esta historia a una roca sufridora, como bien dices:
"aquella roca había sufrido mucho..."
tanto sufrió que finalmente el "ollo de sapo" su lágrima soltó.
¡Que pases un buen domingo!