miércoles, 26 de octubre de 2016

Una palabra y mil imágenes - 14: Ciencia

De entre todas las magias, sobre todos los trucos, elegida contra toda brujería; me quedo con el auténtico hechizo de la 

ciencia. 



Rabia me da que, entre todos los vídeos de youtube, no haya ninguno con la escena concreta que tengo en la memoria. Siento pesar por la mala calidad de las imágenes de esta cinta probablemente grabada de forma chapucera en alguna proyección de cine de barrio. Pero es lo que hay. Sin el brillo y nitidez de la original aún se puede apreciar en encanto de esta antigua película de Disney en la que se suceden homenajes a la ciencia. En concreto me gustaría un corte de la escena de la locomotora a vapor alimentada por el agua de la tetera (si queréis verla avanzad el puntero temporal hasta el minuto 8). Pero además hay otras como la del avión fallido que no desmerecen a este mágico ingeniero que es el Mago Merlín.
Ando ahora liado preparando sencillos ingenios, pequeños inventos, para mis clases. Me encanta la búsqueda: los antiguos manuales de juguetes fáciles para niños, los libros de inventos caseros, industrias para el aficionado... y la maravilla actual de internet: los increíbles vídeos de you tube donde se muestran infinidad de trucos y máquinas realizadas con materiales comunes pero con un ingenio sorprendente: barcos pop-pop a vapor con brick de leche y lata de refresco; máquina de Papin con una lata de coca-cola; motores eléctricos con una pequeña pila, un sencillo imán y un pequeño cable... Poniendo en marcha los engranajes del cerebro se me ocurren ideas fantásticas: un boli gigante aprovechando los dispositivos para cosméticos rol-on, brújulas de varios tipos, cámaras oscuras con las cajas de los folios...
Siempre me gustaron los juguetes rotos (con significado al pie de la letra, pero también en el sentido metafórico). Que una muñeca hablara, o un coche pudiera dirigirse, estaba muy bien. Pero lo que más me atraía era el momento en que se rompía y desechaba. El juguete entonces, en estado de coma, me ofrecía la oportunidad de operarlo, de intentar reanimarlo o, por lo menos, establecer la causa de la muerte. Mi pequeño laboratorio lúdico-forense guarda juguetes rotos a montones, tengo cajas enteras.
Quizás deba esta bella afición a este mago, precursor de otros hoy famosos como Dumbledore, de la serie Harry Potter; o Gandalf del Señor de los Anillos. Gracias a todos ellos, pero especialmente a Merlín, el mago-científico de mi infancia.  

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