sábado, 2 de febrero de 2013

Diez hombres justos

Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.
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Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él
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Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos.
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Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco.
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Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta.
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Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte.
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Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.
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Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar.


Y Sodoma ardió.

Y España se inflama al comprobar, con el ánimo hundido, cómo los hombres que debieron ser más justos son, por lo mismo, más infames.

¿Es que no hay ni diez hombres justos en este país? Los que se adueñaron de nuestros votos, los que los gestionan para sí, nos están haciendo creer que no. Pero, no es verdad, hay muchos hombres justos.

Todos lo sabemos. Nadie lo publica. El cónyuge, el compañero, el vecino, el familiar, el amigo, el desconocido... todo un ejército de hombres justos. El día se llena de gestos, de buenas acciones, que no se escriben en papeles, ni se guardan en cuentas Suizas. No nos dejemos engañar. El fango se genera 
en el interior del río revuelto y se acumula en los pantanos de la corrupción, pero  en los arrollos el agua fluye clara aún.

Las pequeñas historias mueven el mundo, las maniobras de los mezquinos te venden la vida  como un viaje gestionado por su empresa y te cobran el billete.

Yo sé que existen hombres justos. Los he visto muchas veces. Puedo contar sus pequeñas grandes historias: Mi tío Faustiniano que repartía las gratificaciones que le daban por su abnegada dedicación como secretario de una localidad palentina entre sus compañeros  del ayuntamiento;  la de unos padres pobres que devolvieron una maleta repleta de divisas que encontraron en un descampado; la más reciente de mi hermano Javi, 
de hace apenas unos días, que acoge en su casa a un sin techo proporcionándole una cama y regalándole un saco de dormir para que pasara mejor las frías noches burgalesas, la de una legión de voluntarios que dedican su tiempo y su dinero a ayudar a familias deshauciadas, niños enfermos...

No nos dejemos engañar: los hombres justos son legión. Pero no lo saben. El día que sean conscientes de ello, los malvados se quedarán sin argumentos: ¡No todo el mundo es corrupto!

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