lunes, 27 de febrero de 2012
Sintiendo en la nuca el aliento de la muerte VII: "La bomba".
- ¿Me cago en la H...! ¡El gilipollas ese....! ¿Por qué la toca? ¡Que yo soy el responsable!, ¡Si pasa algo...!
El guía de la ruta se alejaba despavorido del grupo reunido en torno a la granada. No podía afrontar la visión de aquel hombre, un sesentón jubilado, que contraviniendo sus instrucciones y, en contra de las reiteradas peticiones de los allí congregados, la había cogido con las manos y estaba a punto de manipular la palanca.
Mi mujer Charo, mi sobrino Raúl y mi cuñado José Ángel a apenas un metro del artefacto retrocedían de espaldas sin poder dejar de contemplar la escena. El grupo se dispersaba rápidamente. Algunos corrieron para alejarse. Yo los contemplaba a escasos metros mientras pasaba a mi lado el guía blasfemando y con el rostro descompuesto. Momentos antes había estado explicando porqué la mayoría de los fortines estaban completamente destrozados. En pie sobre lo que quedaba de una de aquellas fortalezas, entre rotos bloques de hormigón, contaba que la gente de Morata y pueblos de alrededor al acabar la guerra buscaba los restos de armas y munición susceptibles de contener hierro o metal y los amontonaba en el interior de aquellos búnkeres. Después los prendian fuego y tras una formidable explosión que destrozaba la sólida construcción, aprovechaban los restos como chatarra.
Todavía teníamos fresca en la imaginación la escena, casi cinematográfica, de la terrible explosión cuando una voz gritó:
- ¡Una bomba!, ¡Ha encontrado una bomba!
Uno de los niños que nos acompañaba había visto en el suelo una granada de mano. Los que estábamos cerca nos acercamos con curiosidad. El artefacto estaba completamente oxidado, pero se advertía perfectamente que no había sido explosionado y mantenía aún la palanca en su sitio. Con mucho cuidado, alguien bien informado y sensato, la rodeó con un círculo de piedras para marcar la posición. El resto nos acercamos con cautela para sacar algunas fotos con el móvil. El el grupo se dictaban las consignas de emergencia:
-¡No la toquéis!
-¡Hay que marcarla y llamar a la Guardia Civil, para que la retiren los artificieros!
-¡Cuidado, no os acerquéis!
- ¡Mejor, vámonos! ¡Es peligroso!
Yo, con mi botín fotográfico ya conseguido, me retiré; pero seguían llegando componentes del grupo presas de la curiosidad que se arremolinaban en torno al excitante hallazgo. El guía acudió apresuradamente y apremió a los presentes a no tocar nada y alejarse. Fue justo entonces cuando aquel personaje pensó que estaba por encima del bien y del mal, de lo divino y de lo humano; y decidió que aquella panda de pusilánimes debía aprender que él tenía más cojones que nadie: ¡Ahora veréis! - Se dijo y se agachó tranquilamente para coger el peligroso objeto.
Tras la pequeña estampida, el hombre pareció caer en la cuenta de su conducta irresponsable y dejó la granada. Un terrible vacío se hizo en torno a él. El hombre se escusaba:
- Si no pasa, nada. Si ya está podrida...
- No se debe tocar, no hay que tocarla. - Le respondían - Se debe dejar ahí y avisar a la policía para que la recojan especialistas. Puede explorar. Ha pasado a veces...
No había misericordia. Nadie aceptaba sus justificaciones. Pasó el resto de la excursión en cuarentena, apenas friamente arropado por algunos familiares que le acompañaban.
NOTA:
El presente suceso ocurrió ayer mismo. Tuvo lugar en el transcurso de una ruta didáctica organizada por el Ayuntamiento de Morata con motivo de la celebración de las II Jornadas sobre la Batalla del Jarama. La ruta recorría la línea defensiva de trincheras y fortificaciones nacionales y republicanas sobre Morata en la Zona Norte, entre la Casa de la Radio y Casa Navares. Queremos dar gracias a los responsables de la ruta por su paciencia y esfuerzo en guiarnos y explicarnos las circustancias de esta formidable y cruenta batalla. Entendemos la alarma del responsable, que luego pidió disculpas por su pequeño exceso lingüiístico. Así mismo, sintiendo vergüenza ajena, pedimos perdón por el comportamiento irresponsable que pudo mostrar algún miembro del grupo visitante.
La granada ha sido identificada, a partir de esta fotografía, como una granada de mano soviética F-1 (inspirada en la francesa de mismo nombre) y que era popularmente conocida como Limonka (limón) o Fugasnaya (altamente explosiva). Llegaron a la España Republicana como parte de la ayuda soviética a la causa. Tiene el cuerpo de hierro prefragmentado en cuatro hileras con ocho filas y un tiempo de retardo de 3-4 segundos. Originalmente presenta un color verde amarillento. Ha sido muy utilizada por numerosos países. Aunque hoy se considera obsoleta y no se fabrica, existía tal stock que aún es utilizada en la actualidad por ejércitos de la antigua URSS y guerrillas.
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Me encantan todas tus historias, especialmente las pertenecientes al grupo "sintiendo en la nuca el aliento de la muerte" porque me imagino el momento y pienso como se desenvuelven los eventos. ¡¡ Seguro que el hombre no ha vuelto a acercarse a una granada!!
ResponderEliminarMe encanta que te gusten las historias de "peligro"... pero, espero no tener que contar muchas. Llega un momento en que la suerte se acaba y ...
ResponderEliminarGracias por tu comentario... Eres mi crítica más benevolente y compasiva. Ya ves que el blog no tiene mucha tirada...
Pero más vale pocos y buenos.
Un saludo y ¡a seguir con "HISTORIAS DIMINUTAS"
Es una granada rusa F1.Curioso hallazgo.
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