La sabiduría amarilla no conviene desdeñarla, no en vano montamos sobre sus ruedas, dinamitamos con su pólvora y nos orientamos con su brújula; así que yo me dediqué con tesón a plantar arbolitos, me uní a una mujer encantadora y escribí cuidadosamente una colección de cuentos, poemas y pequeños ensayos para cumplir mi pequeña misión sobre la tierra.
Porque un libro es un proyecto de mucho empaque. Impone la edición de una obra: uno muestra el delgado prisma de celulosa a sus amistades y un aura de sabiduría parece rodearte al instante. Entregas el ejemplar encuadernado y da la púdica impresión de estar desnudando todos tus secretos. Pones a la venta tus ejemplares y tiembla tu autoestima pensando en el implacable veredicto de las ventas...
Pero un libro es mucho más que eso. Hay muchos recuerdos ligados a ese objeto que marca el umbral de la historia de la humanidad. Tras las primeras manifestaciones simbólicas (el lenguaje, la pintura, la dramatización, la religión...) el texto escrito es la primera máquina virtual ideada por el hombre. Y desde entonces nos ha mostrado su maravilloso y terrorífico poder: el poder de enseñar, de testificar, el poder de mentir y manipular. Como a la humanidad digital de hoy con los medios informáticos, se hizo necesario aprender a manejarlo, a comprenderlo e interpretarlo.
En la intrahistoria de cada cual, en una línea de tiempo alfabética, se sitúan en orden cronológico los libros a contrapicado en las estanterías de casa, los volúmenes heredados de los familiares más ilustrados, aquellos donde aprendimos a leer, los sucesivos textos escolares, los cómics que nos fascinaron, los libros regalados, los adquiridos con los mínimos ahorros infantiles, los libros de saldo, las adquisiciones de francotirador a la búsqueda de ofertas a salta de mata... Siempre libros... Libros en las manos de mis padres, siempre leyendo en los ratos muertos; libros antiguos envueltos en cubiertas de piel de oveja o brillante cartón oscuro, libros mágicos que te hicieron soñar, libros unidos a la historia de cada cual (premios de catequesis, deslumbrantes biografías que provocaban tu admiración, sucesos fascinantes en las selecciones e Reagers Digest...) Libros alineados en largas estanterías en la biblioteca pública, ejemplares torturados en el aula infantil, llamativos libros de los escaparates de las librerías donde siempre te detenías, libros en las manos de tu hermano, sentado sobre un madero en la casa del pueblo, libros prestados que jamás volvieron ...
Cansancio de mis ojos, compañero fiel, refugio seguro, aliado en soledad, maestro, confidente, amor en la sombra... todo has sido aunque cada vez te dedico menos tiempo como un mal amante.
En el día de hoy, en tu día, brindo por ti: te cojo entre mis manos y leo.
Ayer se entregó el Premio Cervantes en Alcalá. Por la tarde se realizaron diferentes actividades culturales para conmemorar este día. Tuve la suerte de asistir a un recital de poesía y música donde se recitaron poemas del autor galardonado y de otros poetas contemporáneos que vivieron a finales del S. XX y que algunos todavía siguen vivos como es el caso de Caballero Bonald.
ResponderEliminarMucha frases se podrían poner para este día.
Aquí te dejo una de ellas que la tengo puesta en mi blog:
"Un niño que lee, será un adulto que piensa"
¿alguien nos puede poner otra frasecilla?
Un niño que lee, es ya un niño que piensa y, probablemente, será un niño que escriba.
ResponderEliminarUn niño que lee, será un niño que llora, que ríe, que sueña... cuando quiere: cuando no está triste, cuando no ha tenido suerte o cuando no puede dormir... La lectura realiza el milagro de lo imposible.
Hoy les mostré a mis alumnos mi libro de poemas juveniles...leí algunos al azar. Les gustaron mucho. Ellos se hicieron un poco adultos y yo retorné a mis años infantiles. Fue un valioso trueque de experiencias. Volteamos las edades: yo regresé a la inocencia y ellos apuraron una gotitas de madurez. Y sonreímos.
Precioso post Jesús, nos ha podido contar mejor esa pasión que sentimos por los libros.
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