sábado, 13 de abril de 2013

Brújulas rotas


J.M. sonríe. Me sigue la broma cuando le replico que tiene mucho morro, que es un vago redomado. Le obligo a reconocer que no hace los deberes y que sus escusas no se sostienen. Que no asume sus responsabilidades, que hace lo que le da la gana...
- Sí, vale, los voy a hacer.
Pero es mentira. Le he contado varias veces el cuento del pastor mentiroso. Lo sabe de memoria. Ya no tiene crédito.

 J.M. llora. Repite como una cinta sin fin la misma pregunta:
- ¿Me vas a poner una hora?... ¿me vas a poner una hora?... A veces estalla:
-¡Y una mierda! ¡No la pienso hacer!
Tiene los ojos y la nariz enrojecida, la mirada acuosa... Su pensamiento gravita dentro de un bucle obsesivo. Está poseído por una emoción incontrolada al sentirse atrapado por "la injusticia" de tener que cumplir su parte en una apuesta perdida.

 J.M. suplica. Pide urgentemente que le deje hablar un momento por teléfono con su madre. Es su cumpleaños y dice que no la va a poder ver.
 - No puedes ahora, estamos trabajando... ¿Qué pide la pregunta 7?
- No lo entiendes, es su cumpleaños y no la voy a poder ver... Estoy muy nervioso...
- Luego podrás llamarla, cuando terminemos esta actividad... Lee el enunciado de la 7 y dime qué te pregunta...
 - Tengo que llamarla. ¡Es su cumpleaños!
 - Termina de hacer esto: luego la llamas... ¿Qué dice la pregunta 7?
Desesperado, incapaz del mínimo autocontrol, se levanta y se va del salón. Sube las escaleras hacia su habitación con el móvil en la mano tecleando el número de su madre.
- No te he dado permiso, J.M... ya lo sabes...

 J.M. tiembla. Sus manos se agitan mientras nos mira irritado:
- ¡No quiero estudiar! ¡No pienso hacer una hora más! Preso de la ira arroja la cestilla de la costura al suelo. Coge el diccionario y lo levanta amenazador...
- No nos vamos a asustar, J.M. Puedes tirar lo que quieras. Ya lo recogerás...
Me mira y no se decide a tirar el diccionario... Serios, preocupados, su padre y su hermana le observan... el destello amortiguado de la decepción asoma a sus ojos.

 J.M. amenaza. Apenas sus padres le encaran que les mintió sobre los deberes coge los cacharros de la cocina y los arroja al suelo. Llega a amenazar con un cuchillo de cocina que se quita la vida o mata a su hermana. Los padres, asustados, le intentan tranquilizar. J.M. aprovecha para exigir que no venga más el profesor. La madre le llama avergonzada planteando que quizás es mejor que no acuda más... que J.M. no está acostumbrado a trabajar... que está muy nervioso... El recuerdo de un frasco de tranquilizantes ingerido en una de las crisis está presente como un fantasma en la habitación.

J.M. resopla. Cumple algo enfurruñado la hora debida. En su día libre ha tenido que asistir a una hora de clase. No lo lleva mal. Bosteza a menudo, duerme mal. Al final, respira aliviado. No fue para tanto. Nos despedimos cordialmente hasta el día siguiente...

No hay comentarios:

Publicar un comentario