Tiene nueve años y le encanta saber: todo le interesa, nunca se aburre. Los libros de curiosidades, el libro gordo de Petete, los libros de misterios y maravillas del mundo animal le fascinan. Se empapa con las explicaciones de su profe de asistencia domiciliaria. Le mira con ojos asombrados. Estudia con voluntad y perseverancia. Devora documentales, Es un admirador declarado de Frank de la Jungla y sabe ya un montón de cosas sobre reptiles que explica a su profesor. Llega un momento en que este exclama: - Alberto: si el profe pareces tú (y hay un deje de envidia al decirlo como Verrocchio con su genial discípulo en su taller florentino).
Es zurdo y, como el pequeño Leonardo, era capaz de escribir en espejo en sus primeros años. Toca maravillosamente el saxo y sus profesores le adivinan grandes posibilidades como músico. Tiene habilidad en las manos y es preciso y metódico con sus manualidades. Destaca en el plegado. Hace unos meses atacó un libro de papiroflexia y realizó todos los diseños: hasta los más difíciles. Enseñó a su profe la construcción de un dodecaedro modular en papel de gran complejidad. Se explica con precisión y seguridad. Se entusiasma con los experimentos. Graba con su profe vídeos de Ciencias Naturales que luego visionan sus compañeros del cole. Construye planetarios, realizas experiencias caseras con la luz, con las fuerzas, con la electricidad... Guarda en su cofre de tesoros los pequeños talismanes de su vida: una pequeña caja de música, las jeringas del hospital (fue increíble lo bien que funcionó un pequeño gato hidráulico que fabricamos con ellas)... Su juguete preferido es el microscopio. Es capaz de explicar un juego con precisión y detalle. Su interés pasa de un tema a otro en función de los estímulos que encuentra en su camino: ahora está entusiasmado con los coches (se aficionó a ellos al encontrar revistas del mundo del motor en las consultas a las que tan frecuentemente asiste), antes fueron los animales, la tecnología, la informática...
Su profe aprovecha este potencial para inocularle el veneno del conocimiento, para transfundirle litros de curiosidad... Son apenas unas horas a la semana, pero las espera con impaciencia. En ese breve tiempo es capaz de excitarse con cada descubrimiento, con las mil sorpresas de la naturaleza, con la luminosa claridad de la ciencia. Ese chute de animación le ayuda a pasar las duras horas en el hospital.
Va para un año que lucha contra una enfermedad terrible. Un agresivo tumor estuvo a punto de acabar con su vida. Cuando la causa de sus males eran todavía oscuras recorrió un camino de curanderos y acupuntores, peregrinó por hospitales que nada advirtieron. Finalmente detectada su rara enfermedad, ha seguido a rajatabla el duro itinerario de salvación: quimioterapia, autotransplante, radioterapia... Todo llevado a cabo con entereza, con una esperanza valiente. Siempre guiado por una madre firme, segura, optimista. Ella puso la medicina de la fe y del amor, la más importante de todas.
Con una increíble fortaleza, Alberto sigue adelante. No he conocido a nadie que aguantara tan bien los golpes de una enfermedad así. Este niño es genial.
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