jueves, 30 de octubre de 2014

La perfecta contrición

"El hombre que le susurraba a los cabellos"

Quizás hayas oído hablar alguna vez del "Catecismo del padre Ascete". Éste reúne en un compendio simple todo aquello que un cristiano debe saber y cumplir para salvarse. Desde su publicación en 1537 se han realizado más de mil ediciones y, hasta hace muy poco tiempo, aún se estudiaba en las escuelas. Puedo dar fe de ello pues mi madre, a sus 91 años, es capaz de recitarlo casi al dedillo pues lo aprendió de joven en la escuela de preguerra civil.

Hoy, al ver a nuestra expresidenta de la Comunidad confesar que se siente avergonzada por la avasalladora evidencia de corrupción en su comunidad (es el paisaje de la batalla que la artillería judicial libra contra los corruptos en las nuevas "Guerra Púnicas"), he recordado a mi madre recitando algunos párrafos.
P.: ¿Y cuándo recibimos el Sacramento de la Penitencia? 
R: Cuando nos confesamos bien y recibimos la absolución.
P.: ¿Qué partes tiene la penitencia para quitar el pecado mortal?
R: Tres.
P.: ¿Cuáles son? 
R: Contrición de corazón, confesión de boca y satisfacción de obra.
Nuestra inefable Espe, a buen seguro, conoce este catecismo. Como niña avispada que quiere ser la primera de la clase se ha apresurado a hacernos ver que sabe la lección. Enseguida ha realizado "confesión de boca" y mostrado "contrición de corazón" con diligencia. Para completar sus deberes de niña modelo también ha afirmado que "satisfará de obra", el daño causado. Pero, como soy profe y me sé las triquiñuelas de los alumnos para "no ser castigados", no me fío de sus promesas en el caso de la última condición.

Quizás te parezca un tanto arcaico el uso de este catecismo para estructurar mi artículo; pero también puedo ofrecerte una redacción más actual sobre las condiciones de una buena penitencia: 
1. Acto de contrición
2: Confesión de los pecados
3. Propósito de la enmienda.
4. Cumplir la penitencia.

Estas fórmulas son las que yo aprendí y, para la Iglesia, siguen vigentes. Esperanza Aguirre se aplica en sus manifestaciones a demostrarnos que es una buena cristiana:
1. "... Tengo un sentimiento de profunda vergüenza a la hora de presentarme ante los ciudadanos". (Acto de contricción)
2. "...Quiero pedir perdón a los madrileños y a los miles de militantes honrados..." 
(Confesión. Si alguno alega que no está acusándose a sí misma de nada que recuerde que "excusatio non petita accusatio manifesta")
3.  "...El partido debe dar una respuesta contundente ante este y otros casos de corrupción: Una vez que se sepa un poco más pediremos que dejen el cargo institucional inmediatamente", sin que esto suponga "prejuzgar si son culpables o no".  (Propósito de la enmienda)
4. "...No puedo ni quiero eludir la responsabilidad" en el nombramiento de Francisco Granados." (¿Cumplir la penitencia? ¡No me lo creo!) "Una cosa es predicar y otra es dar trigo", dice el refrán castellano. Y sobre este punto disertaremos en el resto de esta entrada.

Ante este evidente sofisma pensé en titular esta entrada "La cínica Esperanza". Porque miente y lo sabe; y quien piense un poco, lo sabe también. Esperanza es lista (también Satanás) e intuye que la forma de que no le pringue este lodazal es salir rápidamente de él, mostrar cara de asco por lo mal que huele y afirmar que se cayó allí porque tropezó. Pero la memoria no nos flaquea y la hemos visto chapotear muchas veces en la política madrileña con lo más "Granado" de la charca. Es curiosos que ahora diga que no notó el mal olor: ¡pero si estabas al lado, Espeanza!, ¡si era el hombre que te susurraba a los cabellos...! Afirmar que "en ningún momento tuvo sospecha de éste podía haber aprovechado sus cargos púbicos para lucrarse indebidamente" demostraría una ceguera que desmiente el desparpajo de esos ojillos tan vivarachos. Vamos que, si eso es cierto, deberían despedirla por falsificación de currículum en su flamante puesto de cazatalentos en la empresa Seeliger y Conde, firma cuyo objetivo es buscar los mejores talentos para favorecer a las empresas españolas.

Mal cumples el sacramento, Esperancita, si te empeñas en ser confesa y confesor. Tú no puedes dictarnos cuáles serán tus responsabilidades en el asunto. Me malicio que la penitencia sería un padrenuestro y un par de avemarías. Lo vieron claro los reporteros del Intermedio que te regalaron un ramo de flores "antes de que dimitieras" ¿Porque usted va a dimitir, no? - te preguntaron. Tu respuesta,  Esperancita, ahondó más en el cinismo; después de agradecer el obsequio respondiste: "¡Ya te lo decía yo: que cuando uno da la cara, es que te la parten!" 

- Pues nada, hija mía: un padrenuestro, dos avemarías y no vuelvas a pecar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario