lunes, 7 de noviembre de 2011

Homo est (6) Las trampas de la conciencia


Las trampas de la conciencia

No soy el protagonista de esta historia, pero participé en ella. La buena conciencia de mi amigo Jesús le jugó una mala pasada a una de nuestras mejores amigas...


ESCENARIO:
Escuela Universitaria del Profesoreado de E.G.B. en Burgos, clase de 3º de Ciencias. Alumnos realizando un exámen trimestral de matemáticas. Mesas separadas aproximadamente un metro. Las preguntas escritas en la pizarra. Sobre las mesas los folios del examen y otros de borrador.

TRAMA
Quedan aproximadamente 20 minutos para finalizar la prueba. Mi amigo Jesús está desesperado. Va a suspender. A nuestro lado está Rosa. Es una chica encantadora y además estudiosa. Suele llevar los exámenes preparadísimos. Parece que ha terminado. Un compañero le pide que le pase el exámen. Ella titubea. Finalmente puede más la amistad que la norma. Le pasa la hoja con los problemas resueltos. Nuestro compañero le echa un vistazo y hace algunas correcciones en alguno de sus ejercicios. Jesús, que apenas había respondido alguna de las preguntas, le cuchicea que le pase las respuestas de Rosa. Rosa mira preocupada como su ejercicio pasa de mano en mano.

CLIMAX
Jesús toma el ejemplar y comienza a copiar compulsivamente. Termina rápidamente y se queda mirándo su examen. Cinco respuestas exactas. Los cinco problemas resueltos perfectamente. Medita unos minutos la situación... y entonces tiene uno de esos ataques de buena conciencia: ¡No merezco aprobar, no he estudiado! ¡Seré consecuente conmigo mismo y no haré trampas! ¡Este examen no lo he hecho yo y no lo pienso entregar..." y acto segido coge su exámen y la hoja de respuestas de Rosa y los hace una bola arrugada que guarda en su bolsillo. Toma después una hoja en blanco y la entrega al profesor. El cero patatero está cantado.

Mientras tanto en nuestros puestos le miramos asombrados. Tras entregar su folio en blanco, sale de la clase. Su examen ha terminado. Aterrorizados lo vemos desaparecer tras la puerta que se cierra. Rosa se revuelve inquieta en su silla: ¡Dadme ya el examen que se acaba el tiempo!... Al ver nuestra cara descompuesta comprende la situación y empieza a llorar. Un llanto desesperado y silencioso con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Ángel toma rapidamente una decisión. Se levanta y se acerca a la mesa del profesor: ¡Tengo que ir al servicio! ¡No puedo aguantarme más!... El profesor le mira extrañado pero le deja ir. Sale como una flecha y busca a Jesús. Le encuentra en el servicio. Desahoga la vejjiga después de haber desahogado la conciencia bien a gusto: - - Pero... ¿Qué has hecho con el exámen de Rosa?
- ¿El exámen? Yo sólo tengo el papel de borrador...
-¡Qué dices, era el exámen!

DESENLACE
A Jesús se le para el grifo de repente. Echa mano al bolsillo y saca la pelota de papel arrugado. Angel la coge rápidamente y la desarruga. La alisa contra la puerta lo mejor que puede y lo oculta bajo su jersey. Entra de nuevo en la clase y se dirige a su sitio con cara de preocupación. Plancha de nuevo el exámen con sus manos y se lo pasó a Rosa que lo recibe congestionada.

Finalizado el tiempo del examen acudimos en tropel a entregarlo. Convenía hacer bulto para disimular de alguna manera la extraña textura del examen de Rosa. Cuando lo entregó no pudo disimular las lágrimas. El profesor no hizo ningún gesto extraño. Pero Rosa, a la salida, estalló amargamente en llanto. Intentamos consolarla, pero era inutil. Esperaba un suspenso y la vergüenza de intentar explicar la situación con mentiras que nadie creería.

EPILOGO
Rosa, contra todo pronóstico, no suspendió. Obtuvo la extraña nota de notable, teniendo en cuenta que el examen estaba para 10. Algo debió barruntar el profesor, pero conociendo a su alumna no el tuvo valor de suspenderla. Jesús suspendió con un cero, pero en el siguiente examen aprobó tras estudiar la asignatura. Esta vez no tuvo problemas de conciencia.

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