viernes, 11 de noviembre de 2011

Está la libertad encarcelada

Estoy hojeando una vieja revista escolar. Una de aquellas que publicábamos en el Juniorado. Apenas son 20 folios doblados por la mitad e impresos con las multicopistas de la época usando clichés de cera. Se escribían a máquina (golpeando el cabezal sin cinta contra el papel encerado) y con los dibujos hechos a punzón. Se trata del "Pinarillo" revista trimestral del Juniorado Marista de Arévalo. Tiene el número 9 y está fechada en diciembre de 1970. Recuerdo que yo estaba en 3º y tendría unos 13 años. Me ha llamado la atención una reseña que recoge de la prensa local:

"Los arevalenses han acogido fervorosamente la introducción del ritmo musical en la liturgia de la santa misa que se celebra por la tarde en la parroquia de Santo Domingo. Han pasado varias semanas desde que comenzó esta novedad y la acogida no ha podido se más feliz, ya que el nuevo ritmo musical da más fervor a la ceremonia y el conjunto y los coros hacen vibrar de emoción a los fieles y se observa una mayor compenetración espiritual entre el pueblo y el oficiante.
Los protagonistas de esta feliz idea son los Hermanos Maristas, cuyo coro lo forman 15 tiples y 10 tenores; y el conjunto musical está a cargo de Jesús Castilla, batería; el H. Isidoro Martín, el bajo de guitarra; y la guitarra de punteo y ritmo, el hermno Cayo Martín. Dirigidos todos ellos por el H. Nicolás García, excelente tenor solista y por el H. Marcos Sánchez, director del centro..."

Sí, recuerdo que yo era uno de esos 15 tiples que acompañaba el conjunto musical.
Me acuerdo bien de aquellas misas con la iglesia aborrotada de fieles que acudían a vernos y oirnos cantar. Y la verdad era que lo hacíamos bien. Nos costaba largos y rigurosos ensayos, pero el grupo de hermanos eran todos buenos músicos. Teníamos clases de solfeo (para mí eran un infierno, pues nunca he logrado leer una nota del pentagrama sin hacer la serie desde el sol para para arriba y para abajo hasta encontrarla). Envidiaba la facilidad de algunos de mis compañeros para la guitarra y la bandurria. Me atreví con la batería y logré tocar bastante bien "Cenicienta", de Fórmula V, a base poner una y otra vez el disco hasta casi desgastarlo para acompañar la melodía. Pero tenía una botina voz y un oído aceptable, así que formaba parte del coro. El nutrido grupo de adolescentes y jóvenes maristas que llevábamos "los nuevos ritmos musicales" a la parroquia causamos sensación. Probablemente alguna de las jóvenes feligreses se fijara en mí pues uno de aquellos domingos fui abordado por dos de ellas cuando pasabamos el rato subidos en el templete de la Plaza Real. Entre miradas tímidas y pícaras a un tiempo preguntaron:
- ¿Qué te gusta más Bonanza o Ducados?
Yo, que no adivinaba a qué venía la pregunta, respondí que Bonanza. Y lo hice porque era lo único que tenía sentido para mí, ya que era una serie de TV de la época. Cuál no sería mi sorpresa cuando vuelven a los pocos minutos y me regalan tímidamente un paquete de tabaco marca "Bonanza". Llegamos a fumárnoslo a escondidas camino del castillo de Coca uno de aquellos días de excursión.
Pero la otra cara de la noticia del novedoso conjunto musical no la cuenta la prensa. Sólo con el paso de los años he llegado a entender del todo lo que pasó ese día. En aquel momento, sólo supuso, para los 25 miembros del grupo una larga y fastidiosa espera de cerca de 1 h retenidos a la puerta de la iglesia de Santo Domingo.
Aquella tarde todo marchaba perfectamente. Las canciones sonaban afinadas, las entradas a punto, la megafonía nitida, el templo a rebosar... Esa tarde estrenamos una canción nueva. Los hermanos estaban a la última en cuanto a novedades discográficas de música religiosa. "Tiempo de despertar" era una de esas novedades que nosotros ofrecíamos en primicia a los fieles de Arévalo. Nos salió muy bien. Acabada la misa, como tantas tardes, tocaba recoger. Mientras metíamos los instrumentos en la furgoneta un extraño personaje se encaró a los hermanos pidiédoles la documentación y todo tipo de explicaciones. Haciendo uso de una autoridad desconocida nos impidió movernos de la puerta de la iglesia hasta que aclarara con sus superiores la gravedad del delito cometido. Nosotros, entre desconcertados y asustados, permanecíamos en apretado grupo a la puerta de la iglesia mientras los últimos fieles abandonaban el templo. Se hizo de noche. El cura intercedía por los hermanos, pero el autoritario personaje se mantenía firme.
No sé cómo se solucionó la cosa. Ni siquiera si hubo delito o faltas que purgar... Tampoco nos explicaron nada a los pequeños juniores. Pero recuerdaba parte de la letra de la canción (la he buscado afanosamente en internet y sonreí al encontrarla y leerla completa). Cuando la leas tú, extraviado lector, piensa un momento en aquellos años de plomo. Aquellos negros personajes: policías, inspectores y censores. Lo entenderás todo.

Mirad al suelo, corred la voz,
Que entre los hombres está el Señor.
No hagáis castillos para soñar,
Pues cada día tiene su afán.

Marchó el Señor dejando como encargo
Cambiar al mundo en todos sus cimientos
Algún día vendrá y pedirá cuentas,
Pagará cada cual según su esfuerzo.
Querrá el Señor razón clara y concreta
Del mal y hasta del bien que no hemos hecho;
El Señor será justo en su sentencia.
Hoy no se puede estar mirando al cielo
Hoy no se puede estar mirando al cielo

Está la libertad encarcelada,
Los bienes en poder de pocos dueños,
Es el hambre la espiga que más crece
Y la envidia nos corre por el cuerpo.
Quebraron la garganta del que hablaba
Gritando la verdad a los mil vientos,
Por maestro se puso el mentiroso.
Hoy no se puede estar mirando al cielo
Hoy no se puede estar mirando al cielo

Cristianos que viven el presente
Ya dejen de esconderse entre sus rezos,
Hablen menos de Dios, muéstrenlo en obras;
Son las obras medida de lo cierto.
Dejen en sus casas las palabras,
Y hablen el lenguaje de los hechos,
Hoy los golpes de pecho no convencen.
Hoy no se puede estar mirando al cielo
Hoy no se puede estar mirando al cielo

Sí, ahora lo entiendo todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario